Antes de entrar en algunas reflexiones al respecto, y me refiero a la reciente entrevista del pasado viernes 14 que María Teresa Campos le hizo a
Luis Roldán en Tele 5, debo confesar varias de las hipotecas que lastran, y lastrarán de por vida, lo que aquí expreso:
1ª Me negué, y así lo hice, a ver y a oír lo que el Sr. Roldán prometía desvelar en la susodicha entrevista. Incluso, aunque este detalle me parece insignificante, rehusé la amable invitación que la productora del programa me hizo a través de mi abogado, para estar presente en el debate que se suscitaría a continuación.

2ª El baldón que siento, que me pesa hasta asfixiarme por haber compartido espacio y responsabilidades con este señor, nunca va a desaparecer. Creo, sinceramente, que su caso es el mayor escándalo político de nuestra Democracia y, sobre todo, a él achaco la catarata de procesos judiciales que hemos soportado mi familia y yo, acabando alguno de ellos en condenas firmes.
3ª No puedo olvidar, y cada vez que tengo ocasión lo repito en público, que por discrepancias varias, y en aquellos años, trasmití a mis superiores el deseo de que se procediese a su relevo. Bien es verdad que esta sugerencia no estaba basada en sospechas relacionadas con el contenido de lo que luego estalló.
4ª Compartir responsabilidades políticas con el Sr. Roldán, en el mismo Ministerio y en las mismas áreas, y acabar aquella gestión pública como acabó, merece acarrear con una pena. La padezco, y no la mitigo con nada.
Enumerado lo anterior, y sólo basándome en la lectura y en el resumen que han hecho algunos medios de comunicación que para muchos pueden parecer escasos y para mí bastan y sobran, plasmaré aquí algunos comentarios.
Sinceramente, no esperaba otra cosa: ni esa manta de la que amenazaba tirar daba para más, ni su conciencia ha evolucionado en la dirección de reconocer todo aquello que hizo sin ayuda de los demás. Ni las comisiones que cobró eran para el Partido Socialista, ni los dineros que yo le daba de los fondos reservados eran para su bolsillo. El principio y el final de aquel tristísimo episodio de nuestra vida pública cabalgaron sobre dos decisiones del Sr. Roldán que prologaban y epilogaban una red de mentiras: la falsificación de su “currículo vitae”, con la incorporación de nada menos que dos carreras universitarias, y una fuga rocambolesca e impropia de un ex alto cargo del Gobierno español, que, además, presume de contar la verdad y de arrepentirse.
De las titulaciones que se adjudicó, y en varias conversaciones propias de las relaciones que manteníamos, presumía y se jactaba sin pudor. De la fuga, ¿para qué vamos a hablar?: en una llamada desde París, que atendí por aquel entonces estando en mi despacho oficial, me llegó a decir que no volvía porque temía por su vida. Nunca he sabido, y se lo pregunté, ni el origen ni las razones que le hicieron llegar a esa conclusión, salvo las derivadas de una conciencia llena de culpas y de poseer un ánimo cobarde y malvado. Al día de hoy, y el pasado viernes todos los españoles tuvieron ocasión de comprobarlo, sigue vivito y coleando.
No me atrevo a adentrarme demasiado en algo que confieso me crea algunas dudas, y que es su gestión política, primero al frente de la Delegación del Gobierno en Navarra y después como Director General de la Guardia Civil. ¿Por qué? Porque en su primera responsabilidad lo hizo bien, y así lo reconocieron hasta destacados dirigentes políticos del centro derecha navarro de entonces; y en la segunda pasó por dos etapas: unos años de buena gestión, seguidos de otros en los que prácticamente estaba desaparecido. Esta última impresión, que puede sonar a disculpa, no es unilateral sino que viene reforzada por muchos jefes y oficiales que colaboraban en aquellos años con Roldán en la Guardia Civil. A mí, que le llamaba con frecuencia a su despacho por razones urgentes, me costaba dar con él. En su Secretaría, y ya se pueden imaginar la disciplina y la discreción que gastan en un órgano administrativo como éste en la Guardia Civil, siempre me contestaban que su Director estaba fuera y que me llamaría en cuanto fuese localizado. Más tarde, cuando todo estalló, me enteré de que esas ausencias las pasaba en una isla del Caribe, en donde poseía una residencia de vacaciones. No podía dar crédito a la sucesión de noticias, bien es verdad que algunas inventadas, que se fueron sucediendo a raíz del estallido del escándalo.
Por último, y esto es quizá lo que más me cuesta tratar, tengo que hacer algunas aclaraciones a ese uso, más bien abuso, que él hizo de los fondos reservados. La Dirección de la Guardia Civil de entonces, supongo que hoy en día seguirá siendo así, disponía de una partida propia de fondos reservados para diferentes gastos derivados de la seguridad. En aquellos tiempos, con el incremento de la actividad antiterrorista y de los servicios de información, esa partida resultaba escasa para cubrir las necesidades que se planteaban y, de acuerdo con el Ministro, decidimos aumentar su cuantía con aportaciones mensuales desde la Secretaría de Estado. El destino final de ese dinero, la responsabilidad de su asignación, únicamente recaían en el Director General. Hablar de los fondos reservados, de su uso, de su destino, profundizar en sus movimientos, es materia reservada y está sometida a la Ley de Secretos Oficiales. Créanme que hay pocas cosas, de todo este escándalo, de las que me gustaría hablar tanto como del uso que se daba a los fondos reservados.
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