Finalmente la prostitución no será legal en España. Esa es la conclusión a la que ha llegado la comisión parlamentaria que lleva meses trabajando en el asunto. La principal razón en la que los dos grandes partidos están de acuerdo es que el tráfico de personas y la explotación sexual que acompaña a esta actividad impiden desde todos los puntos de vista considerarla como un trabajo.
Sin embargo, los defensores de la legalización sostienen que si el oficio mas viejo del mundo se regula, quienes lo ejerzan podrían tener los mismos derechos y deberes que cualquier trabajador y eso evitaría la lamentable situación de violencia y explotación que gira en torno a ese mundo y también se controlarían mejor las redes de delincuencia y trafico de seres humanos.
La cuestión es compleja, sobre todo si tenemos en cuenta la experiencia de los países donde se ha regulado, en los que la prostitución lejos de disminuir ha ido en aumento, se han convertido en destino de turismo y muchas de las prostitutas siguen haciendo la calle porque se han negado a registrarse tal y como les exige la ley. La experiencia ha sido mala pero al menos se han controlado y perseguido con mayor eficacia algunos problemas de explotación de menores.
Estamos ante una práctica repugnante, que lesiona gravemente la dignidad de seres humanos, pero que lejos de desaparecer va en aumento y los políticos deberían intentar buscar soluciones. Tal vez el asunto no esta en legalizar la actividad como tal por los efectos perversos que puede tener, pero si en regularla de alguna manera que permita, sobre todo, la puesta en marcha de planes de reinseccion y la formación laboral de las/os prostitutas/os para que puedan salir de ese pozo sin fondo.
Personalmente me parece bien que se inste a los medios de comunicación a acabar con los anuncios de contactos, pero eso es una simple gota de agua en la inmensidad del océano. La geografía española está inundada de clubes de carretera donde se ejerce una actividad ilegal, pero se hace la vista gorda como si no lo fueran. Son lugares tenebrosos muchos de ellos sin las mínimas garantías de seguridad y salubridad pero funcionan a pleno rendimiento como un negocio cualquiera, poniendo en evidencia la doble moral que hay en torno al asunto. Sea como fuere la prostitución atenta contra los derechos humanos, esconde terribles situaciones de delincuencia, violencia y explotación y es un camino de marginalidad del que difícilmente salen quienes la practican. Es un problema ante el que no podemos cerrar los ojos hipócritamente porque está ahí y requiere soluciones.