www.diariocritico.com

Otra vez un país fracturado

domingo 04 de marzo de 2007, 05:25h
Está en la calle y en las conversaciones de los ciudadanos que la situación política es ya detestable, sin paliativos. Puede ir a peor y seguramente lo hará. El empeño de Rodríguez Zapatero de fiar todas sus expectativas personales para las elecciones generales de 2008 a un acuerdo “de paz” con ETA –es decir, con la organización terrorista que estaba contra las cuerdas, prácticamente derrotada, hace sólo tres años– ha resucitado la división incivil de las dos Españas fratricidas que entre todos habíamos enterrado con la admirable transición de la dictadura a la democracia. Sea por azar o por conspiración –que cada cual se apunte a lo que le gusta o cree– lo cierto es que el horror del 11-M instaló en el poder de La Moncloa a un hombre que su propio partido había elegido sólo porque temía una larga “travesía del desierto”, un político a lo que hoy parece carente de las cualidades morales y de carácter, sobre todo las primeras, que el país necesita. No es un hombre bueno, hábil y conciliador como Adolfo Suárez, ni un intelectual honesto como Leopoldo Calvo-Sotelo, ni un hombre de Estado como Felipe González.

La libertad, por vigilada que sea, de Iñaki de Juana, a cambio de lo que se haya pactado con ETA en las cloacas de la negociación infame, ha causado un daño muy profundo a las posibilidades de convivencia civil en España. ¡Pobrecito terrorista, recibido y aclamado por sus cómplices como un héroe de liberación nacional! Al fin y al cabo, ya cumplió por sus espantosos crímenes, de los que presume y alardea y por los que le vitorean –¿eso no es apología del terrorismo, consentida por las fuerzas vascas de seguridad?– y ahora sólo estaba preso por amenazas. ¿Pero es lo mismo la amenaza de un probado criminal en serie que la de cualquier iracundo sin antecedentes? ¿Es que los antecedentes no limitan los beneficios penitenciarios?

Ha tocado a nuestro particular Fouché, mi sinceramente admirado Pérez Rubalcaba, vestir el muñeco diabólico, y lo ha hecho como es propio de él, con habilidad, inteligencia y eficacia –en lo que se podía, que no era mucho–, pero no puedo evitar preguntarme cómo se verá ahora él mismo la cara en el espejo, sabiendo que la decisión adoptada con el terrorista De Juana ha roto dramáticamente la convivencia civil en España y silencia a cuantos pretendían, desde la moderación y el centrismo, un nuevo encuentro de todos para superar el mal sueño –la pesadilla– de esta etapa de crispación y radical confrontación.
Desde el viernes se extienden por el país las llamadas a la resistencia civil y en las calles, decenas de miles de manifestantes ya no se conforman con pedir la dimisión de Rodríguez Zapatero, sino que le acusan de alta traición. Así que hasta la vicepresidenta Fernández de la Vega rompe su valiosa trayectoria personal y se lanza sin red por el despeñadero: llama “obsceno” a Rajoy y califica de “irresponsabilidad” “ignominia” el que ciudadanos decentes digan que están con las víctimas y no con los terroristas. Es natural. Si De Juana Chaos es un “hombre de paz”, merecedor de beneficios penitenciarios y vítores públicos ¿cómo no van a ser obscenos, irresponsables y casi, casi merecedores de cárcel los que no quieren unirse al homenaje al etarra asesino? A este punto indeseable llegan las cosas cuando un presidente de Gobierno prefiere negociar con ETA que dialogar con la oposición.

Pero más temprano que tarde la realidad de lo que sucede –y de lo que el momento actual de España no es más que una punta de iceberg– se abrirá paso entre el espeso “smog” de la desinformación y la propaganda. Se sabrá por qué algunos van a Turquía, precisamente a Turquía, a buscar la “alianza de civilizaciones” y por qué ponen tanto empeño en esa aberración de meter a Turquía dentro de la Unión Europea. Se sabrá el por qué de algunas relaciones exteriores que parecen tan chocantes por contrarias a los intereses generales de España. ¿Acaso no era un secreto a voces por qué un personaje tan poco recomendable como Schroeder llegó a dirigir Alemania, para acabar finalmente sirviendo a su verdadero señor, el terrible zar Putin, el creador de la mayor “mafia de Estado” de la historia? ¡Qué tiempos! ¡Qué mundo van a heredar nuestros hijos! La contaminación política es casi peor que la medioambiental, aunque vayan de la mano y se alimenten recíprocamente.
Se ha vivido esta semana, por cierto, la señal externa de una curiosa paradoja de amigos y adversarios, con ocasión de la “visita electoral” de Sarkozy a España, bajo pretexto de recabar los votos de los franceses que viven en nuestro país. Una eventual victoria de Sarkozy equivaldría a mucho más que un relevo en la presidencia de nuestro vecino del norte. Lleva años en el Elíseo uno de los políticos más detestables de Europa y un reconocido y arrogante enemigo de España, Jacques Chirac. El actual status de París y Madrid reproduce anteriores ocasiones históricas. Al frente de Francia se encuentra un político que nos considera africanos, que estima que Europa termina en los Pirineos y que España sólo merece en la UE el papel de súbdito fiel o protectorado, y al frente de nuestro gobierno se encuentra un político que asume sin problemas ese papel delegado. La diferencia es que Sarkozy no ve España como protectorado sino como aliado. Pero no lo tiene fácil en las urnas. Son muchas las fuerzas que se han movilizado para que no gane las elecciones y no precisamente por afecto a la otra candidata. Alguien con mucho poder lo dijo sin rodeos: “Cualquier cosa, incluso Ségolenne, con tal de que Sarkozy no vaya al Elíseo”.
 
Aún estaríamos a tiempo. Para suavizar el ahora mismo irrespirable clima político del país sería suficiente con que Rodríguez Zapatero dejase de negociar con ETA en las cloacas del Estado, y que De Juana Chaos volviese a la cárcel con o sin huelga de hambre, y que al mismo tiempo la dirección del PP tendiese la mano sin reservas a unos nuevos pactos pluripartitos en La Moncloa, aunque en esta ocasión no sea la economía, sino la política, la necesidad acuciante de la que sería preciso hacer virtud. Los ciudadanos, de cualquier signo ideológico, nos lo merecemos. Pero no vamos a engañarnos. Todo indica que esto no queda así, que irá a peor.
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios