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La economía va bien, pero…

lunes 05 de marzo de 2007, 00:42h

Tengo un antiguo respeto intelectual por Pedro Solbes, aunque su “dejar hacer” en lo de Enel obliga a pensar en los riesgos de contaminación que supone la cercanía a Rodríguez Zapatero. De todas formas, en circunstancias difíciles, Solbes inició en 1994 el ciclo expansivo en el que sigue, trece años después, la economía española, y que tanto debe a los ocho años de excepcional gestión de Rodrigo Rato.

¿Y cómo estamos ahora? En la superficie, todo parece ir bien: el PIB crece al 3,8 por ciento, el empleo crece al 3 por ciento, el paro desciende y las cuentas públicas tienen un superávit del 1,1 por ciento del PIB. También hay debilidades, es cierto. El déficit exterior, el 8,5 por ciento del PIB, es el más alto del mundo desarrollado y el diferencial de inflación con la UEM persiste. España consume e invierte más de lo que produce, digamos que España gasta, y la inflación diferencial acumulada erosiona la competitividad externa de los bienes y servicios españoles.

Un dato inquietante es que las familias tienen una deuda –materializada a tipos de interés variable que estaban en mínimos históricos– ¡cercana al 120 por ciento de su renta disponible! Hace poco explicaba un brillante economista que la secuencia lógica del boom crediticio en el que estamos inmersos ha sido “de manual: primero, inflación de activos, espectacular en la vivienda; segundo, insostenibles reducción del ahorro e incremento de la deuda familiar; tercero, mala asignación de inversiones”.

No nos llamemos a engaño. La subida de los tipos de interés va a producir un ajuste en los mercados bursátil e inmobiliario que se extenderá a la economía real y afectará inevitablemente al gasto de las familias, mientras las empresas, ante el encarecimiento del capital y la disminución de la tasa de beneficios, se verán obligadas a invertir menos e incluso a deshacer inversiones que las tasas altas de interés harán inviables. Para decirlo con toda claridad, los hogares y las empresas tendrán que dedicar más recursos a pagar sus deudas, y menos a consumir e invertir, lo que obliga a temer que la economía española se desacelerará antes y más de lo que pensábamos. Cómo sea el aterrizaje, más o menos duro o suave, va a depender del ritmo de subida de los tipos de interés y de la evolución del precio del petróleo.

Cierto que los indicadores reales –empleo, consumo, beneficios empresariales, inversión– se mantienen dinámicos, pero es que en los cambios de ciclo de origen monetario hay siempre un tiempo hasta que el movimiento de las tasas de interés afecta a la economía real. No está el mañana, ni el ayer, escrito, y menos en economía, pero cabe esperar una contracción del gasto interno, y una caída de los precios y de los salarios para recuperar la competitividad perdida.

En cualquier caso, el timón de la economía española está en buenas manos, siempre y cuando –lo que no es seguro e incluso hay razones para temer lo contrario– Rodríguez Zapatero deje hacer a Pedro Solbes, sin embarrar políticamente la economía como le gusta a hacer al presidente del Gobierno. Al fin y al cabo “lo de Endesa” es un inquietante síntoma de que Rodríguez Zapatero, en los temas económicos y empresariales, se mueve por la tortuosa senda de su amigo Schroeder.

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