Director General del IEE
Juan Iranzo analiza en Diariocrítico "El año del déficit público"
martes 03 de febrero de 2009, 13:16h
Hemos vivido una serie de años en los que el nivel de endeudamiento público había bajado, pero ahora se ha empezado ha observar una tendencia al alza en la Unión Europea. De este modo, el pasado año, la media de la Unión Europea de los 27 ha aumentado hasta alcanzar el 60,6% sobre el PIB y en 2009, se prevé un repunte de hasta el 67,4%, según las últimas previsiones que ha realizado la Comisión Europea.
En España, concretamente, el peso de la deuda pública bruta de las administraciones públicas, que desde 2006 estaba por debajo del 40%, ha aumentado y pasará de un 39,8% en 2008 a un 46,9% en 2009. Así que nos encontramos en el año en el que el déficit público alcanzará el 6% del PIB. Esto va a agravar aún más la crisis, además va a explicar porqué las agencias de calificación han empezado a bajar nuestro rating soberano. La apertura del déficit no se ha producido, como hubiera sido lógico, por el efecto automático de los estabilizadores consecuencia de la crisis, sino que responde a equivocadas decisiones discrecionales de ahora y del pasado, como la de que en la totalidad los Presupuestos Generales de los últimos cinco ejercicios se autorizaron aumentos del gasto, muy superiores a la propia evolución de la actividad. De esta forma, los aparentes superávit resultaban no sólo insuficientes para estabilizar la economía, sino también insostenibles, en la medida que se abusó del empuje volandero de los ingresos para asumir compromisos permanentes de mucho y discutible gasto público.
Desde el punto de vista keynesiano, se partía de la convicción de que el mercado no garantizaba el mantenimiento del ritmo de actividad suficiente para conseguir el pleno empleo de los recursos productivos, en contraposición a los postulados de los economistas clásicos. Según Keynes, no existe una “regulación espontánea” que permita conseguir siempre el equilibrio necesario entre las unidades de gasto y las unidades de producción que confluyen en el mercado. Así, la “incapacidad” del mercado para conseguir el equilibrio necesario entre oferta y demanda justificaba la intervención activa del Estado en la economía mediante la adopción de medidas estabilizadoras que generaran un nivel alto y creciente de demanda agregada.
La evidencia empírica parece dar la razón a quienes han desconfiado de la intervención masiva del Estado en la economía. La intervención del sector público genera distorsiones que parecen ser, en principio, más importantes que los fallos del mercado. El aumento del gasto público, y de los tributos necesarios para financiarlo, más que contribuir al crecimiento económico, han limitado el desarrollo de algunas de las naciones occidentales, en gran medida por sus efectos negativos que genera el déficit público que provoca estas actuaciones anticíclicas.
Llegados a este punto, para volver a la senda de la recuperación económica, resulta inevitable reconocer que nos hemos equivocado y acometer un plan draconiano de ajuste de gasto público que reestablezca la confianza y libere recursos para bajar impuestos. Porque en el fondo el déficit no es solución de nada pero sí problema de todos por la vía de la acumulación de deuda que pesa sobre nuestras cabezas.
Juan E. Iranzo
Director General del IEE