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¡Carcelero! ¡Carcelero!

¡Carcelero! ¡Carcelero!

miércoles 07 de marzo de 2007, 11:06h
TITO B. DIAGONAL
Barcelonés de alta cuna y más alto standing financiero, muy apreciado en anteriores etapas de este diario, vuelve a ilustrarnos sobre los entresijos de las clases pudientes.

No, amadísimos, globalizados, megaletileonorizados y carceleados niños y niñas que me leéis, si, encima, va a resultar que los peperos, durante el Aznarato, eran más compasivos con los etarras que el Dalai Lama con unos refugiados tibetanos. Al menos es lo que se desprende de la intervención de ZetaPé, esta mañana en el Senado, cuando respondía a la interpelación de Pío García Escudero, el portavoz del PP.

La cosa, como podéis comprender, iba, por un lado, de los sentimientos humanitarios que inspira un huelguista de hambre como Iñaki de Juana, por lo que hay que trasladarlo lo más cerca posible de su casita y de sus Herriko Tabernas favoritas. Y, por el otro lado, dado que esto al peperío patrio le ha sentado como una patada en los genitales, de demostrar que los sociatas gobernantes saben ser justos, dignos, firmes, pero sensibles y delicados con el reo.

Mientras en las calles, plazas y avenidas de ¡¡¡España!!! los peperos reclaman mano dura a gritos, con pancartas y haciendo ondear al aire poco menos que todas las banderas históricas, (lo que, por cierto, da a sus convocatorias, un notable interés vexilológico, para estudiosos como el catalán Jaume Ollé y el lusitano António Martins), resulta que los sociatas, en concreto, su secretario general Rodríguez Zapatero, auxiliado fuera del Senado por Pepiño Blanco, que ya está preparando otro vídeo informativo, dicen que para blandos-blanditos, para no sólo compasivos, sino laxos, los del PP durante los ocho años que tuvieron en La Moncloa a su líder indiscutible, José María Aznar López. Las cárceles por donde andaban distribuidos los etarras no es que pareciesen un hotel de cinco estrellas, que no, pero resultaban poco menos que confortables hotelitos rurales con encanto. Y, que, encima, durante estos ocho años, 387 presos, fueron trasladados poco menos como en los viajes por carretera de los abueletes del Inserso.

En fin, pequeñines/as míos/as, que el Gobierno y la oposición, oficialmente, rivalizan para ver quién de los dos es un carcelero más duro y severo. Aunque, a la vista de los datos (¿cuántos funcionarios del Ministerio del Interior habrán estado haciendo horas extraordinarias en los archivos penitenciarios para recopilar todos los expedientes de etarras que ha utilizado hoy ZetaPé?), lo cierto es que tanto cuando Aznar como ahora, con los sociatas, la Dirección General de Instituciones Penitenciarias parece una oenegé o, cuando menos, algo así como un albergue de caridad, de esos que tan desinteresadamente –los donativos desgravan-- financian mamá y sus selectas amistades femeninas.

Ya pueden los etarras y sus coros batasunos hablar de la crueldad de los carceleros españoles, que la cosa no cuela. Cuando Marianito Rajoy era vicepresidente del Gobierno y Angelito Acebes era ministro de Justicia, anteayer como aquel que dice, hasta De Juana escribía novelas en la cárcel, lo que le permitía redimir días de condena, aparte de pedir langostinos y champagne cuando lo de las bombas asesinas. O sea, que el peperío no puede quejarse demasiado. Y, ahora, cuando el Gobierno paritario de ZetaPé, De Juana se ha sometido a una cura voluntaria de adelgazamiento, para estar esbelto y juncal en el momento de su traslado a Donosti. Vamos, que unos y otros, como carceleros lo hacen fatal. Y eso que, --al menos a Damián, mi redicho valet de chambre, no le consta--, no creo que Rajoy antes y Rodríguez Zapatero ahora, conozcan la frase de Concepción Arenal, la gran penalista de finales del siglo XIX, esa de “odia al delito y compadece al delincuente”. Eso sí, a lo largo de estos años, tanto los peperos como los sociatas, compasivos lo han sido un montón.

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