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¿Ser ilegal o irregular? Esa es la cuestión

martes 17 de febrero de 2009, 19:23h
De pronto, nos hemos enterado, gracias a los sindicalistas del Cuerpo Nacional de Policía, que alguien dictó unas órdenes para que los agentes uniformados trabajasen por objetivos concretos a la hora de elaborar su hoja de servicio diario. De pronto, descubrimos que alguien muy listo ha imaginado que lo de polis y mangutas tiene algo que ver con la gente que monta reuniones de tapersex para vender condones y artilugios del placer erótico y del otro. Estos chicos y chicas trabajan por objetivos: nuevos clientes y más ventas de vibradores, aceites de masaje, lubricantes y demás cositas para el gustito. Pero la aplicación de la ley para, en este caso, joder a los que más necesitan de los derechos constitucionales no puede hacerse a base de ordenar tareas que los que las dictan deberían saber que tienen más de arbitrarias que de  razonables.
Los agentes de policía reciben soplos al oído sobre la conveniencia de detener a un número determinado de inmigrantes en barrios por los que pasean o viven estos extranjeros, aclarando que mejor de Marruecos que de otro país. Lo más seguro es que llevemos a estos policías a una terrible confusión sobre el objetivo central de su actividad profesional: la persecución del delito y, si es posible, la detención de los mangutas con hechos chungos probados. A nadie le extraña que cuando hay alguna presunción razonable de hecho delictivo,  la policía actúe para intentar atrapar a los malos, sean estos de España o de otro país, blancos o negros, listos o tontos, menesterosos o amontonados de dinero. Lo que no está nada  claro es que entre las funciones prioritarias del CNP esté ir a los lugares por los que pasan inmigrantes sin papeles para pedirles la documentación en regla y llevarse con ellos  a los que no tienen más papeles que los de  fumar.

Como aclaró recientemente la portavoz socialista en la Asamblea de Madrid, Maru Menéndez, carecer de papeles es una irregularidad administrativa, no un delito. Después del revuelo montado al conocerse cómo se las juegan los jefes de los maderos  que van en busca de supuestos malos para ayudar a la estadística policial y de la evolución del desempleo, unos han rectificado y otros han criticado. Un inmigrante expulsado por las bravas es un éxito policial y del Ministerio de Trabajo. No habrá que contabilizarlo como irregular ni dentro de la economía sumergida. Cuando había empleo por casi todos lados, y también muchísimas personas de otras naciones y continentes viviendo entre nosotros, a nadie se le ocurría buscar inmigrantes para colocar en sus muñecas los grilletes. Era mejor poner a estas personas a trabajar de chachas, jardineros y empleados a menor coste.  Si no son ilegales, sólo irregulares, deben ser tratados como cualquier español  que comete una irregularidad administrativa. Una buena manera de medir el desarrollo de un país es el respeto a los que no tienen ni papeles ni relación alguna con el delito. El suyo: ser inmigrante pobre y haber venido aquí para no morirse de pena y hambre en su país. Todo esto es una barbaridad.
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