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¿Diálogo?

¿Diálogo?

jueves 26 de febrero de 2009, 22:35h

Se fueron al diablo aquellas mentirosas palabras sobre el blindaje del país a la crisis

Para muchos venezolanos opuestos a la forma en que este gobierno ha conducido al país, la evolución de los precios del petróleo ha sido siempre un tema ambivalente. Por una parte, unos precios altos permiten de muchas maneras un mayor bienestar, le dan al gobierno una sensación de holgura que lo libra de peligrosos sentimientos de desesperación, y tener unos buenos precios es algo que en general nadie podría dejar de desear. Por otra parte, sólo un descenso de esos precios pondrían al desnudo el ruinoso disparate que es la política económica de este gobierno, lo privaría de esos indicadores con los que se engaña a sí mismo y engaña a los demás, y, supuestamente, lo pondría a pensar sobre la necesidad de una rectificación y de la búsqueda de entendimientos, lo cual tratándose de este gobierno parece pedirle peras al olmo.

Pues bien, ese momento ha llegado. Se fueron al diablo aquellas mentirosas palabras sobre el blindaje del país a la crisis económica mundial, y ahora el mismo que dijo aquello del blindaje nos anuncia tiempos duros. Acompañan a ese anuncio algunos llamados y reflexiones de gente cercana al gobierno sobre la necesidad de un diálogo entre el gobierno y las fuerzas democráticas, respaldados esos llamados por el hecho irreductible expresado el 15 de febrero de que por lo menos medio país rechaza indoblegablemente el proyecto de sociedad que este gobierno quiere imponer. Esas convocatorias se estrellan por cierto contra las palabras siempre pendencieras del máximo líder, y con hechos como la reanudación de la persecución política contra dirigentes como Manuel Rosales.

Con la idea del "diálogo" pasa lo mismo que con los precios del petróleo, que produce sentimientos encontrados. Por una parte, si eso sirviera para enfrentar mejor la crisis que se aproxima, es difícil no aprobar la idea. Por otra parte, uno siente que la situación en que nos agarra la crisis es producto exclusivo de la conducta y las políticas del gobierno, de su decisión activa de no conversar con nadie y de no escuchar a nadie que no fuera partidario suyo. Se piensa entonces: que enfrente pues él la crisis que él mismo preparó y frente a la cual nunca tomó precauciones. (¿Qué se hicieron, por cierto, todas esas maravillosas y eficientísimas empresas socialistas, y esos pujantes empresarios socialistas, que no aguantan el menor ventarrón del capitalismo?)

Pero sobre todo, ¿qué tan fructífero y creíble pudiera ser ese diálogo? ¿Es que acaso aumentaría el clima de confianza? ¿Creería alguien que, apenas lo considere posible, no va a volver Chávez a las andadas? El comandante, que no sabe hablar de otra forma más de cinco minutos, ha planteado el asunto en términos de quién está "pidiendo cacao". ¿Es posible esperar o confiar algo en quien concibe el diálogo de esa manera, como el producto de la supuesta necesidad en que se encuentra su interlocutor de "pedir cacao"? ¿Puede alguien, con todo lo que ya sabemos, pensar en serio que este hombre va a dejar de lado sus amenazantes proyectos?

La verdad es que no se me ocurre en qué términos puede el sector privado de la economía, el verdadero, concurrir a un diálogo con el gobierno, cuando el mismo Presidente ha cavado factores de desconfianza de modo tan profundo.

Por el lado político, Chávez tiene en su mano una serie de decisiones que podrían bajar el nivel de confrontación y crispación. Reducir ese nivel es una forma importante de enfrentar mejor la crisis, que como lo podríamos hacer, no sólo con el aparato productivo en el suelo, sino enfrentados irreconciliablemente, como estamos hoy. Decisiones como reconocer, y entrar en cooperación con, los gobernantes democráticos electos del 23-N; resolver como se debe el caso Simonovis, Vivas, Forero y los ocho policías (y se añade ahora Maraco); derogar el inconstitucional artículo de la ley de contraloría que permite las inhabilitaciones... y tantas cosas más de ese estilo. Para tomar esas medidas no se necesita ningún diálogo especial. Se sabe cuales son. Que el gobierno las tomase unilateralmente, sería una buena manera de "tender puentes". En todo caso, son medidas como esas las que tendrían que ser planteadas por los sectores democráticos como condiciones para un iniciar un diálogo político. Si no, lo más probable es que todo termine en una deprimente y enflusada visita a Miraflores, para sostener luego reuniones inconducentes con quién sabe cuál desechable "comisión de diálogo", y a las cuáles quien sabe qué provecho les sacaría el resabiado barinés.

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