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Chapuza de espías

miércoles 11 de marzo de 2009, 11:35h
No es con ánimo de colgarme ninguna medalla, pero sí debo recordar que fui el primero en acuñar lo de Mortadelo y Filemón para describir a esa trama de espionaje en la Comunidad. Lo hice el primer día en se publicó el primer capítulo de una serie de historietas surrealistas, de ciencia ficción o de ciencia-invención, antes de que el ministro Rubalcaba tildara de comic mortadelino y filemonino este asunto de los espías, propio de una trama de película de humor española de los años sesenta.

Hablé entonces de mortadelos, filemones, anacletos y torrentes como personajes de una historieta esperpéntica de espías made España profunda, porque los argumentos, los personajes, los mentores y los propagadores eran de chiste, de comic. Poco a poco se ha ido confirmando que este contubernio se sostiene con la misma fuerza que un papel de fumar en medio de la plaza de España, que es el punto de Madrid donde más fuerte sopla el viento y además en todas las direcciones.

Esta semana nos enteramos de las primeras contradicciones entre los testimonios publicados, y refrendados en un principio, y los ahora rectificados por uno de los presuntamente afectados por el espionaje, el ex consejero de Justicia de la Comunidad, Alfredo Prada. Hay cosas tan burdas en el informe como que el citado Prada se encontraba en lugar distinto al que se le espiaba, y aquí alguien mintió o miente, o la cosa se dejó en manos de los espías más ineptos, cutres e irrisorios que había, como si hubieran sido contratados en un “todo a cien”, o adquiridos en un paquete a precio de ganga por haber sobrepasado la fecha de caducidad.

Lo que digo, una panda de mortadelos, filemones, anacletos y torrentes dignos de una comedia de medio pelo. Menudos lumbreras, que espiaban donde no estaba el objetivo y encima lo deban por espiado. ¿A quién espiaron estos? ¿Acaso la noche les confundía? ¿Quizá eran espías de baratillo, penitentes de las listas del INEM, que antes se dedicaban hacer fotos en bodas, bautizos y comuniones y de pronto pasaron a doctorarse en espionaje?

Este asunto se ha mecido entre lo grotesco y lo esperpéntico. Y a todo esto los miembros de la comisión parlamentaria de investigación se habrán preguntado si no estarían haciendo el canelo, qué posibilidades tenían ellos, que no son expertos en la materia, en desenredar lo que corresponde desenredar a los profesionales, es decir, a los investigadores de verdad y a los jueces, cómo podían llegar un conclusión seria y unánime sobre la existencia de una presunta red de espionaje donde uno de los espiados no estaba en el lugar donde se dice en el informe que fue espiado.

Lo mejor habría sido no dar lugar a este esperpento, dejar de perder el tiempo y dedicarlo a otros asuntos que tienen más preocupados a los madrileños: el paro, que sí que está en los datos oficiales, y los parados, que sí que están allí donde se les aprecia: en las colas del INEM.


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