Hincar los codos
lunes 16 de marzo de 2009, 10:24h
El Tribunal Supremo ha anulado la norma que permitía pasar a segundo de Bachillerato con cuatro asignaturas suspendidas de primero. Era un camino intermedio ideado por el Gobierno para aquellos alumnos que encontraban más dificultades, de manera que pudieran cursar las "cateadas" y alguna otra materia del siguiente curso. Pero la Justicia impide esta fórmula, lo que ha sido bastante bien recibido por muchos sindicatos de la enseñanza.
La verdad sea dicha: poder pasar de curso con cuatro suspensos parece mucha manga ancha. Y una cosa es querer facilitar el camino hacia la vida adulta de nuestros adolescentes, y otra muy distinta llevarlos hasta la mayoría de edad a la sillita de la reina. El sistema educativo español no pasa por sus mejores momentos. No es de extrañar: en los últimos 25 años hemos cambiado varias veces de modelo y hasta de denominaciones. Los partidos políticos se han alternado en el poder y cada uno de ellos ha pretendido imponer, mediante cambios legales, su propio modelo. Los resultados de tanto movimiento pendular no han podido ser peores: así lo reflejan los estudios internos y externos que se hacen.
¿Cuál es el secreto de países como Finlandia, a la cabeza de los rankings internacionales por su excelente nivel educativo? Fácil: inversión y constancia. Si en algo hay que tener las ideas claras, es en la educación. Es uno de esos grandes temas que merecen un pacto de estado, una mesa de sabios y resoluciones firmes y mantenidas en el tiempo. La línea de facilitar cada vez más la vida del estudiante, que se ha seguido durante bastante tiempo, se ha demostrado poco efectiva. No digo que haya que volver a aquel tremendo "la letra con sangre entra"; pero estudiar requiere un esfuerzo, un método y una dedicación; no es algo que se adquiera de forma espontánea.
Hay que enseñar a los niños desde pequeños a adquirir hábitos de estudio, a tener un espacio donde hacer los deberes, a que éstos no son una manía de los profesores. Hace falta incrementar el respeto por el docente, atender a sus criterios y no discutirle las calificaciones, como hacen muchos padres: si el profesor considera que un alumno no ha alcanzado los niveles adecuados, los padres deben pedirle a su hijo un esfuerzo suplementario, y no presentarse en el colegio voceando contra el docente que se ha atrevido a contradecir a su niño.
Y otra condición imprescindible para que el sistema educativo funcione son los medios: humanos y materiales. O lo que es lo mismo: inversiones. Los buenos profesores no nacen por generación espontánea: son profesionales que han recibido una educación adecuada, han podido mantener procesos de formación continuada y se sienten suficientemente valorados y también dignamente pagados. Los profesores de apoyo son fundamentales para los niños con más dificultades, y aún más cuando en el centro educativo se dan circunstancias excepcionales como un porcentaje de alumnos inmigrantes más alto de la media, o con dificultades idiomáticas.
Pero a todo ello hay que añadir una filosofía que prime el esfuerzo frente a lo fácil, que enseñe a valorar el trabajo bien hecho. Las buenas notas se ganan hincando codos; no se pueden ni se deben regalar.