El príncipe Carlos de Inglaterra, su esposa Camilla Parker-Bowles y la comitiva real concluyeron hoy su visita a las islas Galápagos, a mil kilómetros de la costa ecuatoriana, trasladándose a la isla Seymour, donde habitan piqueros patas azules, fragatas, albatros e iguanas terrestres.
La comitiva partió muy temprano desde Santa Cruz, donde se hospedaron desde el domingo último, hasta Seymour, a una hora de distancia por vía marítima para desembarcar siempre en medio de fuertes medidas de seguridad y sin acceso de los medios de comunicación a realizar preguntas al príncipe, como fue la tónica de la visita.
Desde Seymour la comitiva real se dirigió hasta el aeropuerto en la isla de Baltra para tomar un vuelo de retorno a Gran Bretaña, con escala en Miami.
Esta fue la primera visita del heredero de la corona inglesa a Ecuador, país que constó como último destino en la gira latinoamericana del príncipe que antes estuvo en Chile y luego en Brasil.
El domingo, el príncipe pasó por Quito, donde mantuvo una corta cita con el vicepresidente de Ecuador, Lenin Moreno, y luego visitó una importante iglesia del centro histórico de Quito e inmediatamente viajó a Galápagos donde permaneció hasta hoy.
En las islas fue su anfitriona la ministra de Ambiente, Marcela Aguiñaga, quien solicitó al príncipe su respaldo para que Galápagos salga de la lista de patrimonios en riesgo de la Unesco.
En su itinerario, la comitiva visitó la Estación Charles Darwin y ahí el príncipe bautizó a una tortuga del centro de crianza, que apadrinó, con el nombre de Guillermo, su primogénito.
Durante su estadía fue nombrado guardaparques honorífico del Parque Nacional Galápagos y recibió las llaves de la isla Santa Cruz, la más poblada del archipiélago.
El periplo del príncipe tenía como objetivo promover la conservación ambiental y coincidió con el bicentenario del nacimiento de Charles Darwin, quien desarrolló su teoría de la evolución en Galápagos.