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Quien paga el Mariachi elige la canción

viernes 03 de abril de 2009, 10:49h

Quizás con otras reglas del juego, tan democráticas como las actuales, la controversia política que domina en la actualidad el debate vasco, no se produciría. Con este comentario me refiero tan solo a dos cuestiones. Al principio democrático por excelencia que se resume en “un hombre/mujer, un voto” y el que, en municipios, diputaciones, parlamentos y ejecutivo, gobierne siempre la lista más votada. La democracia es el gobierno de las mayorías, con respeto hacia las minorías y, en nuestra actualidad vasca, vemos que pactos posteriores deforman la voluntad del ciudadano al que se le une un sistema confederal como el que tenemos, que penaliza siempre a la lista más votada. Sin embargo, hoy por hoy, veo imposible su reforma. Ni tan siquiera en algo tan sencillo como el trámite de elección de alcaldes y, si, para colmo el PSE y el PP han encontrado un atajo para, sin ganar en votos, gobernar en base a pactos, será difícil hacer normal lo que es normal a nivel de calle, como dijo en su día Suárez.

Acabo de estar en El Salvador formando parte de una delegación del Senado en calidad de Observador de sus elecciones presidenciales. Tras veinte años de gobiernos presididos por el partido ARENA, ha ganado por dos puntos el candidato del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, un joven periodista inteligente que la noche electoral pronunció un discurso antológico llamando a la unidad y tratando de no excluir a nadie. Pero pasó algo más. El presidente saliente, Tony Saca, y el candidato derrotado, Rodrigo Ávila, llamaron esa misma noche al candidato ganador, Mauricio Funes para felicitarle por haberles ganado en buena lid. Y estoy hablando de El Salvador, un pequeño país centroamericano que vivió una guerra de doce años y que sigue viviendo en carne viva el recuerdo de aquella tragedia con miles de muertos anónimos o conocidos como los jesuitas de la UCA y Monseñor Oscar Arnulfo Romero.

Uno de estos clásicos graciosillos centralistas escribió en su día que el nacionalismo se cura viajando. Desde luego el vasco, si es por eso, está bien curado. La frase pues queda en el aire para un bronco nacionalismo español que todavía hoy es el día en el que no ha sido capaz de reconocer la victoria en las urnas del PNV y de su candidato Ibarretxe, habiéndose pasado el PSE seis meses diciendo que encabezaba todas la expectativas de victoria electoral y que el Cambio era necesario porque la sociedad de forma mayoritaria así lo demandaba. Ni lo uno, ni lo otro.

La frase que encabeza el artículo se la oí al candidato de Arena alertando sobre el poco margen de maniobra que tendría Funes, rodeado por comandantes de un frente que estuvo en aquella guerra y que tienen dirigentes fuertemente ideologizados. Está por ver, como está por ver si los ahora abrazos y arrumacos entre López y Basagoiti tienen su costo para la convivencia. Algunos opinan que no lo tendrá habida cuenta de un Basagoiti cuya única ideología es ocupar el poder y que pasa de llamarle a su nuevo amigo “Patxibarretxe”, acusándole de un pacto secreto durante toda la campaña, a sentirse feliz con el “PatxiGoiti” como algunos empiezan a tildarle. La coherencia ideológica no es el fuerte ni del uno, ni del otro.

Y a eso nos referimos cuando, aceptando la legalidad del pacto PSE-PP, digamos que es algo contra natura. Nos lo enseñó Felipe González en 1996 cuando no quiso coger el atajo de pactar con el PNV y CiU un nuevo gobierno al no haber obtenido el PP de Aznar la mayoría absoluta. Cuando ahora se dice que pactamos la Investidura de Aznar con el PP, hay que recordar que veníamos de catorce años de gobierno socialista y que la última parte de él había estado lastrada por los escándalos de la financiación del PSOE, el Gal, el encarcelamiento del Gobernador del Banco de España y del Director de la Guardia Civil y de la Directora del Boe. Con aquel panorama fue el propio González quien comentó públicamente que habiendo ganado las elecciones Aznar lo lógico y natural era que formara gobierno. No se tergiverse hoy lo ocurrido ayer, para llevar agua sucia a un molino siempre en movimiento.

De aquel mariachi, el PNV, logró obtener para Euzkadi la canción de la actualización del Concierto Económico, la Transferencia de Puertos, la eliminación del Servicio Militar Obligatorio, la desaparición de los Gobernadores Civiles, la propiedad de la A-8, la creación de Euskaltel y poner el Estatuto encima de la Mesa. Aquel acuerdo no estuvo nada mal y solo pudo romperlo la discrepancia sobre la forma en cómo acabar con ETA, pero hay que decir que aquel apoyo nació del desistimiento de aquel exhausto PSOE al no querer coger el atajo de un pacto con el PNV y CiU y dejar en la cuneta al partido que más votos y más escaños había obtenido. Y ésa fue también la música de José Luis Rodríguez Zapatero, cuando dijo enfáticamente que solo gobernaría si ganaba las elecciones y del propio Patxi López, pero solo hasta la mitad de la campaña, aunque en varias oportunidades recalcó que nunca lo haría con el PP. Ya ven. Un hombre del que fiarse por su apego a la palabra dada y su devoción por una cortesía parlamentaria que hasta en El Salvador obliga al candidato perdedor, felicitar al ganador. En democracia las formas son el fondo.

Ese Mariachi pues, interpretará canciones del PP, no todas, pero sí algunas. ¿Se acuerdan ustedes de aquellas risas que se hicieron cuando en plena campaña Antonio Basagoiti solicitó tres Departamentos del Gobierno Vasco?. Pues poco a poco se va a por ellos con papel escrito y sellado de por medio. De solamente aceptar, de forma vergonzante, los votos del PP porque “si a uno le votan ¿Qué vas a hacer?” a pactar la presidencia del Parlamento Vasco, chulería de Pastor incluida, los presupuestos y lo que haga falta, con documento lacrado de por medio. Una boda que culminará con Misa Mayor y traje de gala.

Esto pues, empieza a tener otro color y dimensión porque además comienza a cuajar una cierta voluntad de excluir a los partidos nacionalistas llamados periféricos de cualquier influencia en Madrid. Lo pedía el miércoles Basagoiti tras presentar las credenciales en el Parlamento y lo aprobaba el último informe del Consejo de Estado que defiende la ampliación del Congreso de los Diputados a 400 representantes y la adopción de la fórmula de Hare, en vez de la vigente ley D’Hondt para la asignación de escaños en los comicios. Con ello IU ganaría presencia en el Congreso a la vez que CiU y PNV podrían perder el peso y la influencia que hemos tenido en algunas ocasiones desde 1977.

Pero creer que los problemas se resuelven así, negándolos, ocultándolos y yendo con atajos contra ellos, es otra cosa. Al inicio de la transición solo había dos demandas políticas históricamente articuladas, la vasca y la catalana, con una insinuada petición gallega. Pero nada más. Haber montado todo este tinglado de la España de las autonomías, para dársela a Madrid, que jamás la pidió porque para eso era la capital del estado y pensar que todo quedará en una buena gestión descentralizada, es desconocer el abc de la convivencia, porque a toda fuerza se le opone la misma, pero en sentido contrario. Y no me estoy refiriendo, obviamente a ETA, sino a un partido de 114 Años, en nuestro caso. Y cuando se tienen 114 años por detrás la cosa no es una broma que se pueda resolver yendo por esos atajos tan antinaturales, políticamente hablando.

Lo veremos en breve, pues el Frente españolista está en marcha.

Finalizo. Puedo entender que es humano y políticamente lógico que si se presenta una oportunidad para ser lehendakari se aproveche a tope. Puedo entender incluso al chusco de la Agrupación de Ortuella que dijo que su máxima ilusión era hacer una parrilla en los jardines de Ajuria Enea como si fuera Trosky entrando en el Palacio de Invierno. Comprendo a la primera a quienes ya se hacen el traje de Consejero y preparan su equipo y sus tarjetas de visita. Todo eso es humano y comprensible. Pero lo que políticamente no es presentable es argumentar que el fin justifica los medios, que en política vale todo, que una cosa es argumentar en la campaña la transversalidad y en la misma noche electoral reivindicar el frentismo españolista en el único lugar del estado español que se hace con lo que se construye toda una teoría sobre la singularidad vasca que necesita de partidos de ámbito español para ser gobernada cuando era ésta la oportunidad de oro para haber hecho una legislatura de lujo entre el PNV y el PSOE-PP. De lujo.

Desgraciadamente esto solo se puede entender desde el cortoplacismo, del más grosero oportunismo tras eliminar una fuerza política del juego y desde un partido sin ideología que nuevamente hace bueno el juicio de Josep Plá que decía que “lo más parecido a un español de derechas es un español de izquierdas”. Y que no nos venga Txiki Benegas desde estas páginas diciéndonos que tenemos que “saber perder”, porque quienes no han sabido perder han sido ellos y porque, en éstas elecciones Ibarretxe y el PNV, han ganado en un país mayoritariamente nacionalista. Y quien ignore ésta realidad, prepara simplemente, su fracaso. Al tiempo.
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