Ayer Keiko Sofía, que fue primera dama durante el segundo gobierno de su padre, apareció en la mayoría de programas políticos de televisión defendiendo la inocencia de Fujimori, señalando injerencias políticas inexistentes, cuestionando el proceso de un tribunal que ella misma aceptó como probo.
Pero Keiko no estaba defendiendo a su padre. Keiko estaba en campaña electoral, con todos los reflectores sobre ella y las cámaras de ñla televisión para transmitir su mensaje. Con una panza de ocho meses y lágrimas en los ojos, Keiko puso en marcha el plan que siempre manejó con maestría el fujimorismo: el drama.
Imaginemos un escenario muy probable: En plena campaña del 2010, Keiko Sofía Fujimori, candidata con gran popularidad, junto a su marido norteamericano lleva a su pequeño hijo a la cárcel, a conocer a su abuelo. El shock mediático sería tremendo, y los sectores populares gritarán a rabiar una vez más: "Chino, chino, chino...".
El fujimorismo no está cruzado de brazos. La estrategia de amnistía está en marcha.