Si algo bueno tiene la dirigencia política de este país es que gracias a ellos mantenemos viva nuestra capacidad de asombro.
Expectantes esperamos que el INDEC nos diga cuál es su índice de costo de vida, no por desconocerlo, más bien por ver de qué forma una vez más se intentarán mostrarnos una realidad sólo posible en un mundo imaginario del que no formamos parte, extrañamente una y otra vez nos asombramos por la imaginación de quien lápiz en mano describe una bella historia de la que todos queremos ser protagonistas.
Ante catástrofes naturales como la de Tartagal, nos asombramos, nos afligimos y nos movilizamos solidariamente, las imágenes son las mismas año a año, es esta una rutina casi obligatoria: redes solidarias, lamentos, pedidos que sólo obtendrán por respuesta promesas, que de antemano, sabemos que no se van a cumplir, por esto último tal vez es que seguimos asombrándonos de la mansedumbre de ese pueblo tan castigado no por la naturaleza, más bien por la indiferencia de aquellos que se conduelen pero no hacen más que eso.
En tiempos en los que el mundo busca acercamientos, un trasnochado intenta brindar mayor seguridad a su comuna construyendo un muro, la excusa: “ la calle Uruguay es un corredor utilizado por la delincuencia para transitar y huir del control policial…”, con esta teoría , y teniendo en cuenta que la delincuencia no es privilegio de un espacio en particular, qué pasará si se traslada a otra calle o avenida, construirá entonces un nuevo muro, y uno más, y otro más, tal vez termine haciendo de su distrito una hermosa pajarera a la cual nadie podrá entrar, pero lamentablemente tampoco salir. El segundo paso ¿será la compra de vehículos blindados o helicópteros para trasladar a aquellos que intenta proteger de manera tan peculiar? El asombro una vez más nos invade y nos deja boquiabiertos.
Por estos días preelectorales, muchos se erigen como paladines de la democracia, al mismo tiempo nos asombran proponiendo algo muy especial, nunca visto en ninguna democracia del mundo: un gobernador acompañado por un grupo de intendentes bajo su mando, respondiendo a sus responsabilidades partidarias, se postularían en la próximas elecciones para cargos que de antemano saben no van a asumir, en el mundo del “todo vale”, de ser esto verdad, la democracia quedaría maltrecha, pues aquellos que la ejercen desde cargos ejecutivos y por mandato del pueblo en las urnas, se burlarían de ella. Las elecciones se ganan después de una buena gestión, el asistencialismo y la dadiva nos son más que signos de un fracaso, el de aquel que no pudo devolver la dignidad perdida al desocupado o al indigente, hoy rehén de su miseria.
El jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires se muestra asombrado ante el reclamo de los docentes y el no inicio del ciclo lectivo, proclama su preocupación por la educación, pero de espaldas a la realidad: se achicó el presupuesto en educación. No hay mejor defensa que un buen ataque, es entonces cuando se intenta mostrar al maestro como alguien que niega a los niños la posibilidad de educarse. Sin decir la verdad, se anuncia que el sueldo inicial es superior a los 1.500$, lo que no se dice es que el maestro con mayor antigüedad sólo supera escasamente en 400$ esa suma, ya que la palabra “inicial” no es sinónimo de “básico”. Experiencia, dedicación y capacitación no se tienen en cuenta, pareciera que un maestro sólo debe estar presente para cuidar de los niños sin importar la excelencia a la hora de educar. Como contracara a esto funcionarios de su gobierno que trabajen como “deben hacerlo”, es decir con responsabilidad y honestidad, serán premiados con jugosas sumas de dinero, el mismo dinero que dice no tener.
Dengue, fiebre amarilla, cólera, palabras que parecen escapadas de un libro de historia, hoy son conocidas por todos pues están cobrando más víctimas que antaño. Nadie parece hacerse cargo, más bien buscan peligrosamente ocultarlo, creyendo falsamente que podrán lograrlo.
La verdad nos supera y nos cachetea a diario para hacer que de una vez por todas entendamos que no podemos ocultarla por dura que nos parezca y que sólo es posible hallar soluciones cuando somos consientes de nuestros problemas.
Cierto es que esta historia no es escrita por un solo autor, de ella debemos hacernos responsables como electores o elegidos, como custodios de las instituciones unos y otros debemos asumir nuestras responsabilidades, cumplir nuestras obligaciones y reclamar el cumplimiento de nuestros derechos. Sin seguir falsos profetas o seductores caudillos, eligiendo hombres de bien que sean servidores de esta democracia y no que se sirvan de ella, es que lograremos construir la patria grande que nos merecemos.