El cardenal arzobispo de Madrid y presidente de los obispos de España, Antonio María Rouco Varela, afirmó el lunes 20 de abril, en su discurso inaugural de la 93 Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, que "se quiere reducir la democracia al mecanismo empírico". Al ilustre y siempre polémico prelado, que hace añorar a muchos la época en la que el cardenal Tarancón presidió la Iglesia Española, le aterran las leyes que se están aprobando o están por aprobar en el Parlamento español, ya que, según el monseñor gallego, parecen representar "simplemente un especie de denominador común de las diversas opiniones e intereses presentes en la sociedad, aún cuando lo que esté en cuestión sea el derecho fundamental a la vida". Así que acabamos de descubrir que nuestra democracia sufre un gravísimo cáncer: el “mecanismo empírico”.
Rouco está, naturalmente, refiriéndose a lo que él define como "el crimen del aborto (que) ensombrece la historia de la humanidad". Como se sabe, está sobre la mesa la reforma de la Ley sobre el Aborto (que cumple ya más de una veintena de años) y la cual tiene previsto el Gobierno presentar antes de verano. En su derecho, faltaría más, a expresar las opiniones suyas o del conjunto (¿) de la Iglesia española, Rouco añade que "sin una base moral objetiva, ni siquiera la democracia puede asegurar una paz estable, tanto más cuanto que la paz no fundamentada sobre los valores de la dignidad humana y de la solidaridad entre todos los hombres es a menudo una paz ilusoria" . Y ha llamado a sus obispos a evangelizar sobre el derecho a la vida "desde el momento de la concepción hasta la muerte natural". ¡Nada de diferencias entre embriones y niños gorditos recién nacidos, y nada de paliativos a la agonía de la muerte!
Lanzado ya a juzgar el estado, a su parecer comatoso, de nuestra sociedad, el cardenal Rouco Varela, doctor en Derecho (que suele guiarse en sus negras descripciones de la España del posfranquismo por los guiones que previamente le facilita un moralista tan finiquitado científicamente y retrógrado políticamente como el eterno aspirante a cardenal, sin éxito, el emérito monseñor Fernando Sebastián), el “príncipe de la Iglesia” dogmatiza que “España lleva inmersa en las últimas décadas en un proceso de deterioro de la conciencia moral en lo que toca al valor sagrado de la vida humana... Desde la legislación despenalizadora de 1983, la situación ha ido empeorando, tanto en la práctica como en las leyes".
Por si fuera poco, Rouco se ha referido en su discurso a la asignatura de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos, reivindicando el derecho según él "inalienable" de los padres y las escuelas “a educar a sus hijos en los principios morales y religiosos que libremente asuman y cultivan". Para Rouco, se viola este derecho cuando se "impone legalmente una visión antropológica y moral, una formación estatal de conciencias". Le aterra a este cardenal tanto esta asignatura, que exige “una solución a los graves problemas planteados por la llamada Educación para la Ciudadanía".
Despachados en su discurso los temas referidos a la reforma de la Ley sobre el Aborto y a la asignatura de Educación para la Ciudadanía, donde parece ignorar que son asuntos decididos o debatidos democráticamente en el Parlamento español, en base a una Constitución que los obispos también están obligados a respetar, Rouco recupera la lucidez para proponer al Ejecutivo socialista la solución a la crisis económica por la que pasa España: "Sin un profundo cambio de mentalidad y actitudes…. difícilmente se remontará la grave crisis, cuyas dimensiones y horizontes se muestran tan inciertos e imprevisibles…. No saldremos de la crisis económica hasta que no salgamos de la crisis moral". ¡Seguro que si se lo dice antes a Zapatero, no se habría ido Solbes y no hubiera existido ningún cambio de ministros!
Para conseguir ese cambio de mentalidad, nada mejor, según Rouco, que “fundamentarlo en el respeto a los imperativos espirituales y morales de la sobriedad y austeridad, en el sacrificio personal, en la concepción del trabajo como un derecho y un deber y la regulación normativa de la vida económica y financiera…. Sólo así se podrá restablecer la tan invocada y ansiada confianza social". Con este diagnóstico y con estas geniales recetas del cardenal Rouco Varela, no hace falta esperar al Consejo de Ministros del próximo viernes. Sería como un nuevo milagro de Wojtyla o de Escrivá de Balaguer.