Sabíamos que con el cerdo compartimos muchos genes y que sus órganos nos sirven como caja de repuestos, (una válvula para el corazón, una arteria, o en su defecto una loncha de jamón). Ya dice el refrán castellano que del cerdo se aprovecha todo hasta los andares. Pero lo que no sabíamos es que también compartimos toses con ellos, y de ahí la fiebre que viene de Méjico en versión actualizada de la adivinanza: “de La Habana ha llegado un barco cargado de…”, pues en este caso de Méjico ha llegado un avión cargado de: epidemia.
El consejero Güemes recomienda que los presuntos afectados no acudan a urgencias sino que llamen al 112 porque no hay nada más contagioso que el pánico cuando se trata de gripes extrañas. Ya saldrá alguien narrando letanías del milenarismo, a fin de cuentas los chamanes hacen negocio cuando las tragedias se multiplican. De momento nos tenemos que observar esas toses tan extrañas de la primavera y, en caso de haber viajado a México en los últimos días, nos pondremos una mascarilla a lo Michael Jackson, y si hiciera falta también el paraguas para taparnos del sol.
También pudiera ser que se tratara de la venganza del cerdo, un animal al que llevamos estabulado hacia el matadero en camiones vetustos. Son demasiados kilos de jamón los que hemos comido como para decir que seamos inocentes. Las vacas ya lo intentaron con aquella encefalopatía espongiforme bovina, y antes que ellas los pollos, así que ahora nos toca la tercera plaga de los tiempos modernos.
Lo suyo es atender a las indicaciones de Sanidad y no entrar en alarmas pero los medios de comunicación seguro que también jugaremos a los catasfrotismos para subir audiencias. Güemes debería repartir tranquilizantes entre los profesionales de la comunicación y luego atender esos casos, de momento aislados, de epidemia porcina.
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