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El naufragio de la economía española

El naufragio de la economía española

domingo 03 de mayo de 2009, 10:38h

Esto sigue mal, muy mal, como contábamos que ha puesto negro sobre blanco el último informe trimestral del Banco de España. Mientras los datos macroeconómicos siguen alimentando, contra el optimismo de la voluntad, el pesimismo de la razón, no hay semana sin noticias que ahonden los perfiles de la crisis, y sobre todo, que los trasladen desde la generalidad de los grandes números a los más desagradables aspectos de lo concreto, por ejemplo, el anuncio de la subida de impuestos sensibles, como los que gravan el consumo de carburantes, alcoholes y tabaco, o la terquedad del Gobierno en afrontar en solitario la crisis, fiando todo a que una suma de políticas de gasto puedan tranquilizar a los electores.

Las políticas de gasto son sin duda útiles en términos de propaganda, pero tienen una eficacia limitada a juzgar por la dialéctica de las movilizaciones sindicales del primero de mayo, en las que se ha aireado abiertamente la amenaza de huelga general y han reaparecido las banderas republicanas e incluso, en algún lugar, aquel viejo grito, olvidado luego en el éxito de la Monarquía constitucional, de las manifestaciones de la transición, “España / mañana / será republicana”, en presencia, si no aquiescente por lo menos aparentemente complacida, de dirigentes socialistas de nivel.

El país, las empresas y las familias hacen inmersión en la crisis, pero no faltan los especialistas en alimentar la hoguera, como el inefable presidente de la SGAE, record nacional de todas las impopularidades, pero favorecido ahora por el sorprendente ascenso, nada menos que a ministra de Cultura, de otra enamorada de los “canon”, Angeles González Sinde. Incluso desde la más razonable e intensa aversión a la piratería en Internet, cualquier persona sensata saben que no cabe fórmula más contraproducente que la imposición de otro “canon”, a fin de cuentas, otro impuesto.

Cualquiera entiende que no se requieren sofisticados argumentos para la obviedad de la inconveniencia de introducir recargos económicos al funcionamiento y uso generalizado de los recursos y oportunidades abiertas por la sociedad de la información y el conocimiento, aún más en plena eclosión de las tensiones sociales derivadas del desempleo y de la pérdida de capacidad real adquisitiva de los salarios. Cualquiera, menos la ministra González Sinde y el singular presidente de la SGAE que padecemos. 
Convendrá repetir una y otra vez, primero, que la actual crisis económica es la peor desde la gran depresión de 1929, por mucho que algunos se empecinen en comparaciones, injustificadas e injustificables, con la crisis de 1993. Hunde sus raíces en el sector inmobiliario y de la construcción, pero se extiende frondosamente por el turismo, por todo el sector servicios, incluido el turismo, e incluso por la producción industrial. En segundo lugar, que es más intensa y durará más en España, y no sólo por la asombrosa incapacidad de acción y programas del Gobierno, sino también por causas propias de la situación específica de nuestra economía, entre las que no es esencial, pero tampoco irrelevante, el papel jugado por la excesiva y muy general y plural extensión de la corrupción política. Añadir combustible a este incendio es por lo menos poco responsable.

Añade combustible, por ejemplo, la disparatada situación de la cuarta entidad financiera española, Caja Madrid, de la que cada día se conoce algo nuevo y por lo menos sorprendente, como el incontrolado coste de su entrada en el mercado financiero de Estados Unidos a través del City National Bank of Florida, sexto mayor de Miami y, por lo menos en apariencia, no muy contaminado por los famosos “activos tóxicos”. En su momento, merecerá la pena estudiar en detalle todos los entornos e implicaciones de esta operación, sobre la que un relevante periodista financiero español está dando los últimos toques a un meticuloso informe que, por lo que se va conociendo, no pasará precisamente desapercibido.
Hay por cierto algo más que indicios de que incluso el partido socialista optará finalmente por respaldar las decisiones de la presidenta de la CAM, Esperanza Aguirre, para un relevo ordenado pero rápido en la cúpula de Caja Madrid. El actual bloqueo de gestión afecta no sólo a la propia entidad, sino que está lastrando muy negativamente operaciones tan estratégicas y necesarias como la fusión de Iberia y British Airways, que no va bien en estos momentos y cuya reconducción positiva aconseja salir de una situación que dificulta seriamente el buen gobierno de una entidad financiera tan importante y emblemática como es Caja Madrid.

Por lo demás, el estado de la economía española es un interminable rosario de sobresaltos y malas noticias, casi a diario, una situación de la que ya parecen conscientes todos –partidos, sindicatos, patronales, ciudadanos– menos quien tiene la mayor responsabilidad de pactar, encauzar y tomar decisiones, esto es, el presidente del Gobierno. Y mientras tanto, este “dejar pasar” sin decisiones conduce la espiral descendente de nuestra economía hacia el vértigo del abismo, que acaba de hacerse dramáticamente visible en una caída del PIB mayor incluso que la de Estados Unidos y en un marco comparativamente mucho peor de las condiciones generales de la economía.

Un excelente analista económico, el rector de la Universidad Lebrija, Fernando Fernández, acaba de hacer la espeluznante previsión de que el PIB español podría caer este año el 5%. Si esto es cierto, y todo apunta a que muy bien puede serlo, la destrucción de empleo alcanzaría dramáticos niveles de fractura social.

Nada menos que ahí estamos, pero este Gobierno, no se sabe ya muy bien si incompetente o “pasota” en la gestión de la economía, hay que reconocer que es brillante en tecnologías de comunicación y propaganda. Ahora mismo, a medida que las encuestas confirman la posible derrota del PSOE en las cercanas elecciones para el Parlamento Europeo, parece que Pérez Rubalcaba –el mejor activo político del actual gobierno– ya tiene estudiada y preparada la operación de comunicación con la que, si la derrota se produce, dará la vuelta al resultado ante la opinión pública. Por lo que de esa estrategia ha trascendido, aunque es muy poco o casi nada, pudiera ser sorprendentemente eficaz. 

Y en medio de esta situación, llega el club Barcelona al estadio Bernabéu y no derrota, sino que golea en su casa, nada menos que por 6 a 2, a su gran rival, el Real Madrid. Esto sí que es el desmoronamiento de las columnas del templo, mucho peor que la perfidia francesa contra la que el alcalde de Móstoles convocó al pueblo madrileño hace dos siglos. El madridismo y casi las calles de la capital son ya un clamor: ¡Vuelve, Florentino! Madrid se puede permitir mucho, a veces parece que casi todo, menos el dramático naufragio al que Ramón Calderón y sus amigos y colaboradores han conducido al equipo de fútbol emblemático de la capital. Este sábado, el Titanic Real Madrid quedó literalmente destrozado por el encontronazo con el iceberg Barcelona.

Al menos, hasta hace poco, estaba Solbes para decirnos, con su buen estilo personal, que no exagerásemos, que no era exactamente así aunque desde luego la situación era muy mala, y que se trataba, más que de otra cosa, de uncirnos al carro de la recuperación cuando ésta se produjera en los países económicamente líderes. No era gran cosa, pero algo tranquilizaba. Ahora, hasta ese sosiego se ha perdido y no es fácil que lleguen soluciones desde la vieja y siempre fracasada receta del gasto, basada en el control de la maquinita de imprimir billetes y sin hacer caso de los nubarrones que oscurecen el horizonte. Sobran motivos para temer aquello tan viejo de que vamos a pasar frío, si el sentido común y los electores no lo remedian.

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