Le escribo con relación a la noticia "La luz que no se ve", firmada por Carmen M. Gutiérrez, publicada en madridiario.es con fecha 11-05-2009. En dicha información se encuentran algunos errores que desvirtúan la realidad de la situación del alumbrado público en Madrid y que seguramente merece la pena completar en beneficio de sus redactores y lectores.
Por desgracia -a diferencia de lo que afirma la noticia- no existe a día de hoy ninguna normativa europea con respecto al alumbrado y, ni mucho menos, con respecto a la contaminación lumínica. Lo único que existen son recomendaciones pero no proceden de "Europa" sino de la Comisión Internacional de la Iluminación. No cabe, por tanto, desviar la responsabilidad de las decisiones de los responsables municipales a marcos normativos inexistentes.
Por otro lado, restringir al 5% la emisión hacia el cielo de las luminarias no significa necesariamente endurecer ninguna medida. Lo que sí supone es un derroche descomunal. No olvidemos que los porcentajes, por sí solos, no dicen gran cosa. ¿Cuánto supone, en 250.000 farolas de distintos tipos, sumar ese 5% de luz desperdiciada y contaminante?
Pero es que, además, por el particular comportamiento de la luz en la atmósfera, resulta ser una medida contraproducente para controlar la contaminación lumínica. Esto ha sido puesto de manifiesto en publicaciones y simposios científicos de carácter internacional pero, sin ir más lejos, también en el último Congreso Nacional del Medio Ambiente celebrado en Madrid el pasado mes de diciembre.
De hecho, en esta novena edición de este congreso bienal hubo un grupo de trabajo dedicado a la contaminación lumínica entre cuyos integrantes figuraron representantes del Ayuntamiento de Madrid (los cuales durante no realizaron contribución alguna ni tampoco cuestionaron las del resto de contribuyentes). El documento está disponible desde el portal web del congreso (
www.conama9.org).
El documento final de dicho trabajo de 11 meses, presentado en un debate público, explica con claridad el problema de emitir luz hacia el cielo con independencia del porcentaje de que se trate, así como los graves problemas asociados a la contaminación lumínica en el ámbito astronómico, ecológico y de la salud. Aunque fuera por un principio de precaución, la prevención de estos problemas debería figurar entre las prioridades de los responsables de los alumbrados, pero mucho me temo que las declaraciones del director general de Vías y Espacios Públicos de Madrid muestran desconocimiento en este asunto.
Finalmente, parece injusto atribuir a las peticiones ciudadanas la sobreiluminación de nuestras calles y la contaminación lumínica que ello conlleva. Hoy día el Ayuntamiento de Madrid recibe también peticiones de menos luz y de luz mejor dirigida, pero elige contentar solo las primeras. Lo que sí está constatado es que el resplandor de Madrid se ve desde Santander y que en España la potencia media instalada por farola es la mayor de Europa, triplicando, por ejemplo, la de Holanda, país que todo el mundo debería considerar inseguro, a tenor de lo que indica el director general.
Carlos Herranz Dorremochea
Físico. Presidente Cel Fosc, Asociación contra la Contaminación Lumínica