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Prohibido prohibir

miércoles 13 de mayo de 2009, 19:57h
La Asamblea de Madrid, donde se deciden cuestiones importantes para los
madrileños, cierra sus puertas a los invitados que acuden, habitualmente de
la mano de los grupos parlamentarios, a ver cómo se desarrollan los plenos.
No es la primera prohibición.

Con anterioridad se decidió que las salas de prensa institucionales no
pueden utilizarse más que por diputados y que en ella no puedan aparecer,
para decir lo que les venga en gana, nadie ajeno al Parlamento regional,
aunque venga de la mano de los Grupos Parlamentarios. El cierre de la
tribuna de invitados es una prohibición injusta, se mire por donde se mire.
Esta decisión ha sido tomada por la presidenta de la Cámara regional, Elvira
Rodríguez en respuesta a los incidentes provocados por empleados de empresas en crisis que protestaron a su manera por la decisión de sus empresas de presentar expedientes de regulación de empleo que pueden dejar a muchos empleados de patitas en la calle. Es una prohibición absurda.

Si los que montaron el pollo incumplieron el Reglamento de la Asamblea, y
también los que desde los escaños de la oposición les jalearon, que se
apliquen las normas y que tomen, con ellos, la decisión que crean más justa,
pero los que tengan intención de presenciar los próximos plenos desde la
tribuna no tienen que pagar por las acciones, ¿punibles?, de los anteriores.
Nadie debe olvidar que la Asamblea de Madrid es de todos los madrileños, que
no sólo pagaron con sus impuestos el coste de las obras sino que además se
hacen cargo de los sueldos y dietas de los que hoy la gobiernan, que no son
más que inquilinos a tiempo parcial y que deben responder ante los
ciudadanos, que son los que, con sus votos les han colocado en los escaño en
los que se sientan.

Los socialistas, empeñados en tensar la cuerda para que el PP saque la porra
y prohíba todo lo que se le antoja complicado de gestionar, hacen bien en
denunciar que el Parlamento regional se ha convertido en el campeón de los
espectáculos, pero olvidan que no se puede transformar en un plató de
televisión para que desfilen los protagonistas de los marrones más claros y
descarados de los últimos años.

Las vergüenzas vienen de atrás, de los tiempos de los ex socialistas Eduardo
Tamayo y Teresa Sáez, los que putearon a su partido porque no se les daba lo
que siempre habían obtenido. Recientemente, los casos de los espías que
vigilaban a los demás y de los corruptos que se llevaban hasta los ceniceros
de las administraciones públicas atrajeron la atención de todos los medios
informativos. Ahora de nuevo, en plena crisis económica y con un paro
creciendo como la hiedra por los muros, los debates políticos pasan a un
segundo plano y los temas estrellas del Parlamento de Vallecas no son los
problemas de los ciudadanos, sino las fotos de la tribuna de invitados
vacía. En estas estamos, unos contra otros, atacándose de manera despiadada
por lo malo que es Zapatero, para el PP, y lo fatal que lo hace Aguirre,
para el PSOE, y la Asamblea de Madrid, sin invitados, porque las
prohibiciones encantan a muchos.

¿No sería más lógico acostumbrarse a prohibir las prohibiciones y sólo
recurrir a ellas cuando sean estrictamente necesarias?

Nino Olmeda
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