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El Tribunal oscuro

El Tribunal oscuro

lunes 18 de mayo de 2009, 17:44h
Entre otras cosas, en el pasado debate sobre el Estado de la Nación, el Presidente Zapatero manifestó su respeto incondicional al Estatuto de Cataluña que permanece encallado en los recursos de inconstitucionalidad que duermen, desde hace tres años, en la oscuridad de un Tribunal Constitucional que no sabemos si calificar de indeciso, cobarde o impotente.

    El misterio de los tres años mudos de dicho Tribunal, solo tiene una interpretación posible: el Estatuto, en todo o en parte no es constitucional. Nadie puede imaginar que si la hipotética sentencia fuese un visto bueno al texto recurrido, el Tribunal perdiese tres años en definirse. El Tribunal hubiese complacido al Presidente Zapatero, que se atrevió a prometer a unos políticos catalanes que se haría lo que ellos quisiesen, a aquellos políticos que elaboraron la norma y hasta el no muy numeroso sector de ciudadanos de Cataluña que se molestó en refrendarlo con escaso entusiasmo.

¿Por qué no se atreve el Tribunal a definirse sobre el asunto de más importancia política que le ha sido encomendado y que es la justificación de su existencia? ¿Para qué creen los miembros de dicho Tribunal que les paga el sueldo? ¿Es asumible la política de hechos consumados que practica la Generalitat de Cataluña, despreciando y ninguneando el espíritu de la Constitución mientras el Tribunal calla? Es de suponer que un miedo invencible al conflicto político tiene paralizados a estos pasivos juristas. Pero el hipotético conflicto no es su incumbencia. Tendrán que resolverlo los políticos, no los magistrados. Ellos no son responsables ni del texto estatutario ni de la ligereza del Gobierno que animó a sus redactores. Su responsabilidad es mantener íntegra la arquitectura doctrinal de nuestro Estado. 

    Ellos no son un poder ejecutivo obligado a mantener en la práctica la primacía de la Constitución sino quienes tienen que definir en qué consiste esta preeminencia. Si tan oscuro Tribunal es incapaz de expresarse, debería dimitir de unas funciones que no se atreve a cumplir. Ningún canguelo justifica no cumplir con la misión encomendada sin retirarse de la escena. Ni siquiera, desde el punto de vista de los nacionalistas catalanes, es de recibo prolongar un silencio que supone una presunción negativa sobre alguna parte del Estatuto sin confirmar aquellos otros contenidos que puedan  considerarse constitucional y definitivamente válidos.

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