El español, lengua en ¿expansión?

¿Es el español una lengua en expansión? Personalmente, no estoy del todo seguro: tan pujante es la irrupción, aún, del inglés, tan lenta es la penetración en nuevos mercados. Pero el español sigue siendo el cuarto idioma más hablado el mundo. Y, para pasar revista a la situación --confiemos en que no de forma demasiado triunfalista--,  dentro de pocas horas se inicia el cuarto congreso internacional de la Lengua, en Cartagena de Indias, Colombia. Con asistencia de algunos de los más importantes escritores en español del mundo, políticos, periodistas y la presencia, casi obligada ya, del Rey Juan Carlos de España.

Lo cierto es que no se presta demasiada ateción en la prensa española --y temo que tampoco mucho en la iberoamericana-- al periplo de los reyes de España por tierras de América Latina que tiene como punto central la inauguración de este congreso, una especie de 'cumbre' del español que tiene como lema el de "Unidad en la diversidad". Un bello motivo, que es más cierto, lamentablemente, en el mundo de a economía --siempre se adelanta, vaya usted a saber por qué-- que en el de la cultura y el del siempre pendiente hermanamiento entre pueblos a distintas orillas del Atlántico.

Y será en Colombia, donde dicen que se habla el español más bello --a mí me parece bello en todas las latitudes, con el acento que se quiera--, donde se reflexione acerca de la irrupción de una promesa que puede ser una amenaza: Internet. La Red es anglosajona casi por definición: ellos la inventaron y la desarrollaron, ellos supieron cómo empezar a hacer negocios con ella. Y, sin embargo, ha llegado el momento de que los hispanohablantes controlemos la porción que nos corresponde: no en vano son muchos cientos de millones de personas, incluso en el corazón del Imperio, las que hablan castellano o, mejor dicho, español.

Ahora es un reto que no puede ser tapado con retóricos ni con apelaciones patrioteras, ni con lamentaciones historicistas. O los hispanos nos hacemos con la Red, con la porción que nos corresponde de la Red, o perderemos para siempre toda posibilidad de control de los espacios, los mares, la economía y, claro, la cultura. Un tema demasiado importante como para dejarlo a la grandilocuencia, me temo, de estos congresos inaugurados por personalidades ilustres, pero quizá instalados ya en otra época.

Ojalá me equivoque, y de este cuarto congreso salga algo más que las 'boutades' con las que nos ilustraron en el pasado gentes muy principales en el significado de las letras, novelistas que entraron en hogares de toda suerte y condición, que superaron la maldición de Babel, pero que viven en el recuerdo y de recuerdos. Claro que uno mi copa en el brindis por los ochenta gloriosos años de García Márquez, claro que respeto lo que Uribe, Felipe González, Sanguinetti, Muñoz Molina, Edwards, Daniel Samper o mi compañero Alex Grijelmo --presidente de la agencia Efe-- tengan que decirnos sobre el español, urgente o demorado. Pero me parece que para hablar del "presente y futuro de la lengua española", bajo cuya advocación se celebra este congreso, harían falta también presencias nuevas, más desgarradas, menos reverentes --o menos rompedoras, que lo mismo me da-- y algo más presentes en las nuevas tecnologías de la comunicación.

Ya digo: ojalá me equivoque y no sea esta una espléndida ocasión perdida. Brindo por ello.