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San Isidro

jueves 21 de mayo de 2009, 20:03h
Menos mal que han llegado las tormentas porque uno empezaba a creer que ya no era San Isidro. De momento son amagos de relámpagos pero dicen que el fin de semana vamos a ver otra vez el ruedo mojado y los toros sangrando gotas de lluvia por los pitones, que es un decir.

Cada tarde a las seis y media hay riadas de gente que bajan la calle Alcalá con la prisa de los clarines y el temor a llegar tarde al paseíllo. Madrid mediante los toros siguen teniendo mucho tirón porque además de espectáculo son centro de relaciones sociales y oportunidad de ser visto.

El pueblo se divide en los tendidos como lo hace en la vida misma: ricos en el 1 y en el 2; pueblo llano en tendidos de sol y sombra. En las barreas los pudientes y a medida que se escala el graderío se ven menos chaquetas azules y más polos de manga corta. En el callejón los enchufados de la empresa y de la Comunidad de Madrid comparten sitio con los profesionales de la cosa: cuadrillas, veterinarios y areneros que fuman aunque el fumar mata pero más mortífero resulta el toro.

Entorno al albero se reúne la sociedad civil que aguarda la liturgia más antigua del mundo, siempre igual, siempre en el mismo orden. Y al final de cada faena ese pueblo aplica la democracia directa más antigua que se conoce en el mundo: o triunfo, o indiferencia. A veces se abre la puerta grande y entra la corriente que acatarra a los guiris.

San Isidro abarca dos meses del calendario y se prolonga hasta el verano. Es allí en Las Ventas donde surgen las moscas, y así será hasta que vuelva la Feria de Otoño.

correo@rafaelmartinezsimancas.com
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