Mónica Ceberio Belaza y
Álvaro de Cózar, han publicado una excelente serie de reportajes-denuncia en
El País sobre la prostitución en España que debería ser de obligada lectura para políticos, sociólogos, educadores y, sobre todo, para opinólogos de toda clase y condición. Y, claro, muchos lectores, que no sólo son inteligentes porque compran un periódico, lo leen y piensan sobre lo que han leído, sino que, además, son consecuentes se han lanzado a escribir al periódico para hacerle ver la incongruencia, la hipocresía que supone publicar esa información que pone sobre la mesa la explotación de las mujeres, su despersonalización, el papel de las mafias, la
“esclavitud invisible” de miles de mujeres obligadas a comerciar con su cuerpo en condiciones vergonzantes y obtener beneficios de lo que denuncian.
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Esos lectores dicen que no tiene sentido que ese mismo periódico –y muchos más en España, algunos vinculados a empresas “
católicas” o cercanas- haga la denuncia y, simultáneamente publique cada día varias páginas en las que la mujer es tratada de forma denigrante y vejatoria, anunciada como una mercancía. Detrás de esos anuncios y de muchos teléfonos de contactos están las mismas mafias que comercian con las mujeres y las explotan. Es como dicen los lectores, “
denunciar un drama invisible y lucrarse con él”. La propia defensora del lector de El País ha puesto sobre la mesa esta contradicción.
Es curioso que el Ministerio de Igualdad pase por encima de estos sucios negocios que encierran, en la mayoría de los casos, la explotación encubierta de la mujer, decenas o cientos de miles en España, extranjeras casi todas, sin papeles, amenazadas o agredidas por mafias cada vez más violentas. Su vida, dicen, vale lo que vale la deuda que tiene con su proxeneta o con su madame. Hay, incluso, un debate entre los expertos sobre si las menores que voluntariamente se dedican a la prostitución deben ser consideradas
“trabajadoras” o
“esclavas del sexo”. Terrible debate.
Ahora la citada periodista de El País añade al reportaje una sentencia del Tribunal Supremo que dice que
“la prostitución voluntaria en condiciones que no supongan coacción, engaño, violencia o sometimiento, bien por cuenta propia o dependiendo de un tercero que establece unas condiciones que no conculquen los derechos de los trabajadores, no puede solventarse con enfoques morales o concepciones ético-sociológicas, ya que afectan a aspectos de la voluntad (de las mujeres) que no pueden ser coartados por el derecho sin mayores matizaciones”. Se trata de un caso en el que había deudas de viaje, multas por llegar tarde, prohibiciones de hablar alto, de salir sin permiso o de dar el teléfono a los clientes. Es posible que el Supremo, al igual que los medios que publican esos anuncios, actúen dentro del absoluto respeto a la ley. Pero es rechazable que desde un lado o del otro se amparen o se solventen conductas y mafias cuyo objetivo es explotar sexualmente a la mujer y denigrarla como persona. Y que eso sea un negocio. Un lucrativo aunque sucio negocio.
francisco.muro@planalfa.es