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Toda una moción de censura

domingo 07 de junio de 2009, 23:57h
Se han cumplido los pronósticos. Vaticinábamos ayer dos escaños de ventaja del PP y ya lo tiene, confortablemente conseguidos. Tras el brillante éxito en las elecciones gallegas y la nítida mejora en el difícil escenario vasco, Mariano Rajoy acaba de consagrarse como candidato viable a ganar las próximas generales a un Rodríguez Zapatero que acaba de iniciar su decadencia, inequívocamente castigado por el convencimiento de los electores de que carece de proyecto y estrategia contra la crisis económica.

Los resultados de las elecciones para el Parlamento europeo tienen una lectura inequívoca de cambio de ciclo, aunque el PSOE intente camuflar su derrota en el escenario del retroceso general del socialismo europeo. Es verdad que en toda la Unión Europea, pero más acusadamente en España, los electores han valorado la manifiesta incapacidad de la socialdemocracia para dar respuestas coherentes y eficaces a la crisis económica y financiera.

En lo que nos resulta más cercano era lógico esperar esta enmienda a la totalidad por parte de los electores de un país como el nuestro, que, habiendo sido modelo y envidia hasta hace pocos años, se encuentra, tras medio lustro de gobierno de Rodríguez Zapatero, a la cola de todos los índices positivos y en cabeza destacada de todos los índices negativos de la Eurozona.

Aunque ajustada en escaños, por otra parte los previstos, no puede ser impune la demostración, en las urnas, de que el primer partido de la oposición tiene, en estos momentos, en torno a medio millón de votos más que el partido del gobierno, casi cuatro puntos porcentuales, se dice pronto. No es ciertamente el caso, pero en un escenario político que discurriera por cauces de comportamientos éticos, la convocatoria adelantada de las elecciones generales sería lo coherente y razonable. Claro está que no la hará Rodríguez Zapatero, salvo que una decisión conjunta de los partidos parlamentarios –que debería incluir a los partidos nacionalistas e incluso, por coherencia ética, también al partido de la izquierda– le obligase a ello.

Parafraseando una famosa expresión, España ayer, 7 de junio, se levantó socialista y se acostó popular. Esto no puede enmascararse con ingeniosos recursos como la comparativa de los resultados del PSOE con el resto del socialismo europeo, todo él castigado por la evidencia de que no tiene recetas ni programa válido para luchar contra la crisis. Ni tampoco puede Rodríguez Zapatero, tras haber protagonizado exhaustivamente toda la campaña, descargar la derrota en los sufridos hombros de un López Aguilar a quien no tanto se le envió a la campaña europea como se le sacó del Gobierno.

Las cosas son como son, por muchas operaciones de imagen con las que se pretenda disfrazarlas. Rodríguez Zapatero y Rajoy han protagonizado las campañas, así que Rodríguez Zapatero ha perdido y Rajoy ha ganado las elecciones, haciendo por cierto inexpugnable desde ayer su liderazgo en el PP. Los ciudadanos han castigado al Gobierno y sobre todo al jefe del Gobierno que nos lleva a cifras sin precedentes de parados y que no sabe hacer con la economía otra cosa que gastar dinero público y llevarnos hacia un horizonte estremecedor de déficit público y destrucción de la economía real. Son los trabajadores y los pequeños y medianos empresarios, la burguesía en suma que forma el tejido real del país, los que han realizado en las urnas la moción de censura que las fuerzas parlamentarias todavía no han sido capaces de sacar adelante, como la inmensa mayoría del país espera, en el hemiciclo del Congreso.

Es hora de que los políticos lean acertadamente la voz de las urnas y se decidan a no dejar para más adelante lo que la angustia de tantos ciudadanos exige que se haga ya, sin demora. España tiene capacidad y recursos, materiales y humanos, para no ser el patito feo de la Unión, “el problema de Europa” como ya se dice y escribe en los grandes centros de decisiones financieras y empresariales. Sólo hace falta que la clase política tome nota de la voluntad de los ciudadanos y permita el cambio a un nuevo gobierno, que deje a un lado la estéril política de gestos y propaganda y se ponga de una vez a trabajar. Es lo menos que merecen millones de parados, que pueden ser pronto muchos más si no se produce con rapidez el cambio necesario.
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