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Lo rico de ser rico

Lo rico de ser rico

lunes 08 de junio de 2009, 19:13h

Los revolucionarios nos enseñaron una lección: no hay socialismo que resista un Petrus

Hace un mes lo comentó Nelson Bocaranda en sus Runrunes. Hace un par de semanas, Miro Popic volvió sobre el tema en Tal Cual: una muy revolucionaria cena en París reportada por la revista La Revue du Vin de France. Los comensales eran compatriotas, de esos que dicen ser "socialistas". El restaurante La Tour d'Argent se revolucionó con la orden de terminar la cena con un vino Petrus, cosecha 1982, que costó 17.000 euros la botella. Así como lo lee, amigo lector: die-ci-sie-te mil euros una botella, que en euros cadivianos equivale a unos 57.800 bolívares fuertes. Unos 136 millones de bolívares de los viejos, nada más y nada menos. Ojalá, como dijo Miro, lo hayan pagado ellos (con sus muy revolucionarios sueldos, añado yo).

¿Qué pensarán -o qué sentirán- esos revolucionarios cuando su máximo líder se desgañita profiriendo insultos a la burguesía, dice que "ser rico es malo" o usa los peores calificativos en contra de los "capitalistas", cuando "capital" es lo que se necesita para pagar una botella de Petrus de 17 mil euros y salir ilesos del restaurante?

Lo que subyace en esta historia es que ser rico no es nada malo. Malo es ser rico robando a la nación, haciendo negocios turbios o cobrando peajes, comisiones y matracas.

El papagayo se les enredó a los muy socialistas jerarcas de la Unión Soviética cuando las empresas que entregaron en propiedad social a los obreros comenzaron a producir ganancias que debían, socialistamente, entregar al Estado& y se negaron a hacerlo. No pudieron desenredarlo cuando, fieles a los preceptos de Marx de que el valor depende únicamente del trabajo, todos debían ganar lo mismo, desde un neurocirujano hasta un peón. Y se les anudó irremediablemente cuando descubrieron los placeres capitalistas, el mundo detrás de la Cortina de Hierro.

En fin, que es muy humano que se prefiera un Audi a una chatarra; una blusa de Carolina Herrera a una franelita chimba o una Veuve Clicquot a un aguardiente de mala muerte.

Venezuela fue un país de infinitas posibilidades para quienes trabajaron duro. Llegamos a tener la mayor clase media de América Latina. Y podríamos volver a tenerla si en vez de seguir con esta mentalidad de rutas de empanada y jugos de caña nos sinceramos y aceptamos, como los revolucionarios, que es mucho más agradable un Petrus en La Tour d'Argent.

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