Eran las diez menos cuarto cuando la banda apareció en el escenario y nos avisó de que era hora empezar mover los pies al ritmo del “rockinest rock steady beat of madness, ¡One step beyond!”. Y la locura se desató, La Riviera al unísono se puso a bailar ska al ritmo de la canción más popular de su repertorio, una versión de su adorado Prince Buster al que volvieron a rendir tributo con “The Prince”, canción homenaje que fue su primer single en el, ya lejano, año 1979.
El sonido no era el mejor posible, a la sección de vientos apenas se la escuchaba, pero a la gente no parecía importarle, habían venido a pasárselo bien y no estaban para menudencias de críticos. Los únicos parones en la fiesta se produjeron cuando la banda británica interpretó algunos temas de su nuevo disco “The liberty of Norton Folgate”, el primero con material nuevo desde hace diez años. También hubo tiempo para rescatar la versión del “Chase the devil” de Max Romeo y Lee “Scratch” Perry que aparecía en su disco de versiones “The Dangermen Sessions, Vol. 1” que publicaron en 2005.
Para el final se sacaron varios ases de la manga, “Baggy trousers”, “Our house” y “It must be love”. Con el público rendido a sus pies Graham “Suggs” McPherson y sus chicos abandonaron el escenario para regresar poco después y hacer explotar la traca final, “Madness” y “Night boat to Cairo”. Ya no hay ningún pie en La Riviera que esté quieto, la fiesta llega a su fin y algunos se quedan con ganas de más, después de sólo una hora y veinte minutos de concierto. Pero esto es lo que pasa cuando te lo pasas bien, que siempre quieres más, un poquito más de esta bendita “locura” que se llama diversión.