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Irán: mucho peor que un fraude electoral

Irán: mucho peor que un fraude electoral

lunes 15 de junio de 2009, 10:10h
En el Irán fundamentalista islámico sobra el recuento de los votos, como sobraba en la espantosa Alemania de los camisas pardas. Lo sucedido en ese país que sufre la peor tiranía conocida desde Hitler, no ha sido sólo un jarro de agua fría para los jóvenes y menos jóvenes que soñaban con un cambio que permitiera iniciar alguna evolución del actual régimen totalitario y teocrático de Irán hacia un horizonte democrático. Es también y principalmente una pésima noticia para la paz en el escenario crítico del Oriente próximo.

También era ingenuo esperar que los fanáticos Ayatollahs, no conviene olvidar que confesos admiradores del régimen nazi y de sus doctrinas mágicas de pureza racial, permitiesen ni por descuido la expresión de la voluntad de las urnas. El resultado de las elecciones estaba escrito por los Ayatollahs, hicieran lo que hicieran los votantes, porque los fundamentalistas islámicos tienen la voluntad y el poder para seguir en su sanguinaria orgía de crímenes mientras predican el odio eterno a Israel, alimentan organizaciones terroristas por Europa, América y África, y preparan las armas nucleares para el holocausto de Occidente, y sobre todo de los valores de Occidente, con el que sueñan para abrir paso a su pesadilla teocrática y extenderla por el mundo islámico, como primer paso de su sueño, o pesadilla, de expansión islámica global.

¿Quién podrá seguir defendiendo, después de tan manifiesta farsa electoral, la abominable tesis del diálogo con ese Irán de pesadilla, en el que el enloquecido Ahmadineyad mantiene las manos libres para seguir ejecutando las órdenes de los fanáticos Ayatollahs, esto es, las ejecuciones públicas de mujeres que no se resignan a ser propiedad de sus amos y de jóvenes, hombres y mujeres, que llevan en el cuerpo el demonio de querer estudiar algo más que el Corán?

¿Acaso habrá que esperar, para los empecinados en negar hasta las evidencias, a que Ahmadineyad consiga y lance sus primeros artefactos nucleares sobre Israel, con la misma insensatez que el empecinamiento de Chamberlain en creer que era posible apaciguar a Hitler llevó a Europa y al mundo a la más pavorosa guerra de todos los tiempos? ¿No merecen los iraníes, tanto esas mujeres que quieren sacudirse el yugo del fanatismo islámico como esos jóvenes que quieren estudiar cosas serias, ciencias y humanidades, no magias ocultistas, ser ayudados por el mundo libre a sacudirse la terrorífica tiranía que les impide ser ciudadanos y les reduce a meros siervos de una sanguinaria teocracia?

Sería bien triste que, herméticos a la experiencia y las enseñanzas de la historia, cientos de miles, millones quizá, de seres humanos tuviéran que pagar de nuevo el terrible precio de la debilidad de Occidente ante el totalitarismo. El irrenunciable y máximo valor que es la libertad exige destruir el totalitarismo mágico de los Ayatollahs, devolver la plenitud ciudadana a los iraníes y proteger a los hombres y mujeres de todos los países de la zona, cualesquiera que sean su raza y religión. Esta es la obligación del mundo libre y tendremos motivos para arrepentirnos si no la damos rápido cumplimiento.
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