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Servicio público

Servicio público

jueves 25 de junio de 2009, 12:13h
   No hay día en el que no conozcamos pronósticos sobre nuestra situación económica. Cuando no es el Banco de España es la OCDE y si falla alguno de los dos, el Banco Central Europeo nos cuenta como se ve la situación desde esa enorme y compleja atalaya. Existe una cierta tendencia a aseverar, con cierta y lógica, cautela, que hay algunos indicativos que experimentan una leve mejoría. Pero son indicativos lejanos, incomprensibles para la mayoría y tan sutiles que en nada afectan al ánimo colectivo.

   Con menos medios y menos micrófonos ha llegado el informe de Cáritas. Este sí que se entiende y este sí que es demoledor. Se entiende porque, y nunca mejor dicho, habla de las cosas de comer y es demoledor en varios sentidos. El primero, porque se constata que en nuestro país octava potencia del mundo, dicen hay cientos de miles de personas que acuden a esta organización católica a pedir comida. Y es demoledor también porque buena parte de las personas que engrosan las filas de demandantes, son personas derivadas hacia Cáritas desde los propios poderes públicos, en este caso, desde los propios Ayuntamientos, muchos de ellos al borde de la quiebra, aunque se le quiera llamar de otra manera a la situación de indigencia en la que muchos consistorios se han visto sumidos.

   La labor social, el servicio público que está desplegando Cáritas resulta impagable, como lo es su contribución a la paz social. Son 600.000 las personas que encuentran en sus comedores y en las gentes que los atienden el único paraguas, el único agarradero en estos tiempos especialmente fríos para los más débiles. El informe de Cáritas es más elocuente que cualquier otro y a algunos nos hiela el corazón.

   ¿Cómo es posible que nuestro sistema de bienestar no alcance a quienes demandan comida? ¿Resulta imposible establecer un fondo a favor de los ayuntamientos con carácter finalista que sirva para dar amparo a los más desamparados?

   Está comprobado que para soportar las crisis si importantes son las medidas y macromedidas que se toman desde los Gobiernos, mucho más definitivas son las redes sociales que ejercen de colchón. Cáritas es, en España, un colchón insustituible a la hora de dar comida o de atender a enfermos. Y lo sigue siendo la familia, que a la postre es ese espacio, el único diría yo, capaz todavía de multiplicar los panes y los peces.

   Se habla -y se hará- de subidas de impuestos porque las cifras no cuadran. Están en crisis las empresas, los ciudadanos y también el propio Estado, que necesita y a no tardar recaudar más. Para ello, dicen, hay que subir impuestos a los más ricos. Que nadie se engañe. Es seguro que los que más tienen pagarán más; de hecho, ya lo hacen, pero de la subida que se anuncia para otoño la clase media será, otra vez, el gran nicho de recaudación.

   Y aquí es donde conviene marcar con sumo cuidado algunas líneas rojas. Las clases medias, las de verdad, no están para mucho más. También las clases medias están endeudadas, pero pueden sortear sus créditos. Pueden, de momento y en muchos casos con enorme esfuerzo. Dar una vuelta de tuerca a este amplio sector social que a su vez es garantía de paz social puede resultar temerario.

   Vamos a asistir a apasionados debates sobre la economía, que las gentes que hacen cola para comer en Cáritas no van a escuchar y que a muchos, muchísimos, alcaldes les va a sonar a música celestial. Parce urgente, justo y necesario que los ayuntamientos cuenten con fondos suficientes para atender las necesidades elementales de los ciudadanos. La caridad es una gran virtud, pero bajo ningún concepto debe ser sustituya de las obligaciones elementales de un Estado moderno en el siglo XXI.
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