La crisis hondureña desatada la semana pasada ha ido más allá del ámbito local para convertirse en un problema regional. Con razón, diario El Mercurio de Santiago de Chile analizaba lo sucedido el día de ayer con el título "Honduras remece a la región". Por ello, es más urgente que nunca entender lo sucedido y, sobre todo, las implicaciones de las reacciones el domingo pasado. La abundancia de información y las declaraciones ideológicas no ayudan precisamente al análisis político.
"Lo que parecía una pugna institucional más en un país centroamericano se transformó en cuestión de horas en una crisis que ha crecido hasta agitar a las cancillerías y Gobiernos de toda América Latina, poniendo a prueba el funcionamiento de los múltiples organismos internacionales de la región", señala El Mercurio.
En realidad, antes de los acontecimientos del día domingo, el miércoles 24 del presente, el presidente de Honduras, Manuel Zelaya, estaba en soledad política enfrentado al Congreso, la Corte Suprema de Justicia y a las Fuerzas Armadas hondureñas. La sensación de pérdida del poder era tan grande que, en una entrevista concedida el sábado 27 a diario El País de Madrid, Zelaya confesaba que no se había producido un golpe de Estado en esos días por la intervención del embajador de los EEUU en Tegucigalpa. Zelaya había ordenado destituir al general Romeo Vásquez, jefe del Estado Mayor Conjunto por negarse a repartir urnas y material electoral sobre la encuesta que pretendía llevar a cabo el domingo 28. El periódico chileno dice que este material era procedente de Venezuela. La Corte Suprema de Justicia, como es sabido, ordenó al presidente restituir al general Vásquez a su cargo, con lo cual su posición se debilitó más aún.
¿Por qué la insistencia del presidente Zelaya en realizar la "encuesta", en vista del enfrentamiento con los poderes del Estado, encuesta que además tenía el carácter de "no vinculante"? ¿Qué estaba en juego para que se arriesgase, contra todo y contra todos, a proseguir su proyecto? Y, por el otro lado, ¿por qué una acción tan radical como la de apresar al presidente y mandarlo en un avión a Costa Rica, cuna precisamente de la democracia centroamericana y regional y lugar histórico de refugio de presidentes defenestrados de forma inconstitucional? La impresión que se produce es que hubo de ambas partes más de "tropicalismo" que de estrategia política y que las instituciones fueron arrolladas por culpa de un voluntarismo doméstico.
Pero la prueba no es solo para la institucionalidad hondureña, sino también las regionales. Los EEUU han dejado a la diplomacia unilateral de los tiempos de Bush y ha regresado a la multilateral. El mensaje es que una crisis institucional solo se resuelve en términos institucionales: por ello su recurso a la OEA. En cambio, surge una enorme preocupación por las declaraciones del principal socio de la Alba, el presidente Chávez, amenazando a Honduras si nombraba un nuevo presidente. ¿Qué oferta de democracia tiene Alba y cómo propone resolver los conflictos? ¿Por la fuerza?
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