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El senador socialista Carracao y el euskera

jueves 02 de julio de 2009, 09:37h

En la Comisión de Asuntos Exteriores del Senado compareció a mediados de junio la Directora del Instituto Cervantes, Carmen Caffarel para informar sobre las líneas de trabajo de la entidad que preside. Previamente le habíamos ido a visitar a la nueva sede del Instituto, en la calle de Alcalá, donde nos atendió con amabilidad y nos enseñó como habían adaptado el antiguo Banco Español del Río de la Plata, el de las Cariátides, para convertirlo en la sede central del Instituto donde trabajan trescientas personas y donde controlan e impulsan el trabajo de otras dos mil repartidas por todo el mundo.

El Cervantes nació en 1991 bajo el gobierno de Felipe González y a diferencia del Goethe y del British, difunde la cultura de España y de Iberoamérica además de enseñar el castellano “y las otras lenguas oficiales de España” como dijo la Sra. Caffarel nada más empezar su comparecencia.

Según nos dijo la historia de éste Instituto es la historia de un éxito. Las matrículas de alumnos y profesores han aumentado un 21% pasando de casi 142.000 alumnos a más de 172.000. En el curso 2007-2008 han celebrado más de 5.000 actos culturales, lo que significa una media de 27 actividades culturales al día en la red de los institutos Cervantes por el mundo. Apuntó los diez programas que piensa llevar a cabo y anunció la celebración el 6 de marzo de 2010 en Valparaíso del V Congreso Internacional de la Lengua Española. Reconoció que en Europa el español ha perdido peso pero anunció que iban a poner en valor esos cuatro millones de personas que lo hablan poniendo a trabajar los 36 centros que tiene el Instituto en nuestro continente

En toda su intervención solo habló de la difusión del castellano mencionando de pasada sus relaciones con el Ramón Llull catalán, Las Letras Galegas y Euskaltzaindia, pero sin aportar dato alguno. El Cervantes es el buque insignia de la cultura española y los pequeños barquitos que van al costado del gran trasatlántico no forman parte del relato oficial, a pesar de que, constitucionalmente y por estatutos del propio Centro, su actividad se centra no solo en el español sino también en los idiomas cooficiales.

Ante semejante catarata de buenos datos sobre el castellano, no había otra opción que felicitarle por su trabajo. El español goza de espléndida salud, crece en Brasil y en los Estados Unidos donde dentro de poco se hablará, en número, más que en España por lo que le deseé suerte para seguir consiguiendo dinero y apoyos  para su importante trabajo.

Pero le mostré también mis objeciones. La primera fue la reivindicación de la actual sede del Instituto Cervantes de París que funciona en la Av. Marceau y que fue adquirida en agosto de 1936, mes y medio antes de formarse el Gobierno Vasco en Gernika el 7 de octubre de aquel año por el PNV. Este palacete fue incautado por los alemanes tras su entrada en París en 1940, recuperado por Landaburu en 1944 y perdido en 1951 por la reivindicación del gobierno franquista al que una sentencia del Tribunal del Sena, en plena ocupación nazi, le había dado su titularidad. Desde entonces la embajada española en la capital de Francia ocupa esta mansión, sede actual del Cervantes y es reivindicación permanente del PNV hasta el punto que en un debate parlamentario sobre la Constitución europea, el presidente Zapatero se comprometió a devolverlo antes del fin de su primera legislatura. Consta en el diario de sesiones. Hasta hoy. Eran otros tiempos.

La segunda parte fue decirle que el Instituto no cumple el cometido para el que fue creado en relación con los idiomas cooficiales y la prueba está en que catalanes, gallegos y vascos hemos tenido que crear nuestros propios Cervantes, el más reciente el Etchepare, creado por el gobierno vasco anterior, al final de su mandato, habiendo anunciado el nuevo gobierno su continuidad después de una “repensada”.

En el Cervantes se argumenta que se atiende la enseñanza de estos idiomas en cuanto exista la demanda pero así como se fomenta la demanda del castellano, no se hace lo mismo con los hermanos enfermos del castellano. Le reté a que me buscara cualquiera de los discursos del rey, de su hijo o de ella misma en cualquier inauguración reivindicando no solo la existencia de estos idiomas sino su difusión. Estamos pues ante una monarquía exclusivamente castellana que jamás reivindica ni defiende la cooficialidad de otras lenguas,  algo inconcebible en Bélgica. El plurilingüismo sigue siendo un incordio y en treinta años jamás ha sido asumido en serio como un patrimonio cultural de la piel de toro.

En su respuesta la Sra. Caffarel me contestó que la situación de la titularidad de la sede de París era algo que excedía a sus competencias, y, en relación a los idiomas cooficiales se limitó a decir que trabajan en ello sin dar ningún dato. Menos mal. El anterior Director me dijo en su día que tenían un profesor de euskera y habían duplicado su número. Es decir, a dos. Sobre las inauguraciones contó que éstas se producían ante un público hispano hablante y ya está.

Pero lo que quiero destacar en éste artículo fue la despreciativa y prepotente intervención del portavoz socialista José Carracao, natural de Ceuta y senador por Cádiz. Sin que su misión sea la de replicar a la oposición, ya que la pregunta no era para él, siempre le gusta ser más gubernamental que el propio gobierno y siempre le gusta hacer reconvenciones a todos los partidos. De ahí que se consideró obligado a puntualizarme y decirme lo siguiente:

“No se puede comparar la importancia o la potencia del español, una lengua de comunicación de más de 450 millones de personas, con las otras lenguas del estado –euskera no se habla ni tan siquiera en toda la sociedad vasca-. Habría que ver en porcentaje el esfuerzo que se hace también con las otras lenguas. Creo que en eso el balance sería francamente muy positivo y así debería ser reconocido con humildad, repito, se hace con las otras lenguas de nuestro país un importante esfuerzo que supone quizás más de lo que corresponda porcentualmente”.

En esta intervención, que consta en el Diario de Sesiones, quedó muy bien expresado el paternalismo franquista de los que se resisten a cumplir la ley por una parte y de lo que supone para ellos la existencia de otras lenguas, además del castellano. Para éste senador, los cooficiales son unos idiomas molestos y sobrevaluados que solo deben ser contemplados como algo sin importancia y no como un patrimonio común. Espero pues que éste senador no se queje cuando a su desprecio militante por el euskera, alguien le responda con el mismo desprecio hacia el castellano.

Porque si de número de hispano hablantes se trata para aplastar la existencia de otras lenguas, siguiendo esa lógica, todos deberíamos hablar en chino que numéricamente son muchos los miles de millones que lo hablan y si de la extensión del euskera se trata, que recuerde que los tres idiomas fueron perseguidos con saña por el franquismo.

Todavía recuerdo lo que me pasó el 1 de abril de 1976 al ser detenido en Bilbao con Joseba Goikoetxea, posteriormente asesinado por ETA, y con Bingen Zubiri. Al llegar a la sede central de la policía en María Díaz de Haro, el policía que me atendió al rellenar mi ficha y responderle yo que mi nombre era el de Iñaki, me dijo que “aquí ese nombre se lo ponemos a los perros”, y me tradujo el nombre a Ignacio, como ya, con otras formas, me lo habían hecho en el Colegio y solo recuperé, curiosamente, ni nombre de bautizo para el ABC de Anson, cuando la Infanta Cristina se casó con Iñaki Urdangarin. Treinta años después de aquello el senador Carracao tiene la misma mentalidad que aquel policía, al que dos años después reconocí en la Casa de Juntas de Gernika cuando acudió como escolta del gobernador civil a la toma de posesión de Garaikoetxea como Presidente del Consejo General Vasco. Al abordarle y recordarle lo vivido, me respondió mientras se escabullía: “Eran otros tiempos”.

Pues no. Para la España profunda representada por este senador, son los mismos tiempos. El que un portavoz socialista, en intervención en sede parlamentaria exprese en nombre del PSOE lo que he transcrito no refleja más que el euskera no es una lengua socialmente reconocida en España, que la única lengua de verdad es el castellano y que la única patria de verdad es España.  Patria común e indivisible. Esa es la realidad. Lo demás son discursos.

Y los otros senadores socialistas vascos ¿Qué dijeron?. Seguramente ni se enteraron. Es lo usual. Una pena, porque si un socialista vasco euskaldun hubiera ido donde éste Carracao y le hubiera puesto en su sitio, otra hubiera sido la historia y yo, hubiera creído de verdad, que la defensa del euskera no es solo patrimonio de los nacionalistas.
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