Paris Jackson, la mejor publicista de su padre

Si ayer uno estaba en casa por la tarde (mi caso), resultaba difícil no sintonizar con el funeral-homenaje-despedida a Michael Jackson desde los Ángeles. A falta de conocer las definitivas audiencias parece que el evento superó con creces la audiencia de la apertura de los últimos juegos olímpicos en China.

Por curiosidad, porque se trataba de un hecho de los que con el tiempo terminan llamándose históricos y porque su música me acompañó muchos años como a cualquiera de casi todos nosotros, me planté a verlo. Me sorprendió todo. Que a Maria Carey se le notara más la voz que el escote, que Brooke Shields diera un discurso sincero y desprovisto de afectaciones (siempre me ha parecido muy cursi) y que la familia de Jackson apareciese unida y ajena a ningún escándalo.

Pero sobre todo me emocionaron las palabras de su hija Paris. No me lo esperaba, la verdad. Ni que la niña hablara, ni que me conmoviese. Michael tuvo en vida que enfrentarse a un juicio más que desagradable. Sinceramente, de todas las acusaciones que un ser humano puede recibir, la de pederastia es de las peores y aunque fue absuelto muchas sospechas quedaron revoloteando a su alrededor durante mucho tiempo. Ayer al escuchar a su hija pensé que muy probablemente fuera del mito y la estrella existía un padre normal pendiente de sus hijos, que hacía los deberes con ellos y que más que probablemente les creaba un mundo de fantasía alrededor constantemente.

Los niños no mienten. Y Paris es una niña. Mienten si quieren no ser castigados con algo pero no improvisan un discurso emotivo con lágrimas incluidas. Quizás las lágrimas de su hija ayer hicieron más que cualquier campaña mediática multimillonaria para salvar su imagen hubiera podido hacer nunca.