Por Rubén Darío Buitrón *
lunes 02 de abril de 2007, 17:17h
¿Cuán noticiosa es la situación del Ecuador para que uno de los más influyentes periódicos del mundo se refiriera a ella en un editorial?
Diario El País, símbolo de la España moderna y representante de la tendencia socialdemócrata, apareció el 4 de mayo de 1976 durante la transición hacia la democracia tras la muerte del feroz caudillo fascista, el dictador Francisco Franco, que gobernó y reprimió con mano de hierro y fuego durante 40 años al pueblo español.
Ese monstruo mediático, cuya tirada promedio es de 450 mil ejemplares diarios y cuya reputación lo ha convertido en un referente para el periodismo latinoamericano, fue el que la semana pasada publicó un furibundo editorial contra el presidente Rafael Correa. Sin citar fuentes ni pruebas le dijo caudillista y oportunista.
Y le advirtió, en tono de sutil sentencia, que “la estadística dice que durante la última década ningún presidente ha completado su mandato”. Pero lo peor fue su opinión del Ecuador: lo llamó un país desvertebrado y pobre y lo estigmatizó como paradigma de inestabilidad y éxodo.
Para curar nuestra mala memoria, vale recordar que cuando se produjo el atentado a los trenes en Madrid, el 11 de marzo de 2005, El País no siguió los manuales básicos de periodismo, no confirmó la noticia y se apresuró a publicar en portada que los responsables del crimen eran los terroristas de ETA.
Apenas tres horas después el mundo sabía que los autores eran fanáticos de Al Qaeda, pero El País nunca fue claro en disculparse por su error histórico.
De manera insólita, el mejor periódico del mundo escrito en español se justificó con el argumento de que la información la dio José María Aznar, justamente el mandatario a quien El País le hizo oposición durante los ocho años de gestión gubernamental. Qué ingenuidad creer en la exclusiva de un caudillo derechista. Qué inmadurez no ejercer la autocrítica pública.
Claro que eso no descalifica a El País para ejercer su derecho a opinar sobre lo que cree que ocurre en el Ecuador. Pero (de nuevo olvidando los principios básicos de periodismo) antes de ejercer ese derecho su obligación era informarse, documentarse, conocer a fondo la realidad sobre la que iba a editorializar, realidad que, como todas, no es en blanco y negro.
Debió saber, por ejemplo, que un gran porcentaje de ecuatorianos no dejaría jamás que se instaurase un caudillo tipo Franco, mucho peor que se mantuviera 40 años. Debió saber que desde la conquista española, en la Real Audiencia de Quito y donde ahora es Ecuador, existe un pueblo que no cesa de encender la luz de la libertad contra sus opresores y que, pese a su pobreza, no se deja engañar por el discurso de quienes, desde los poderes más nefastos, le han robado sus sueños.
Debió saber que en Ecuador se vive un difícil proceso político cuya cobertura y análisis requiere equilibrio, ética y profundidad periodística, no visiones simplistas que olvidan el contexto histórico y cuentan desde un solo ángulo la complejidad del país.
* Catedrático universitario en Ecuador
Analista de medios y política