Las esposas (grilletes) de las esposas
domingo 30 de agosto de 2009, 14:14h
El Ministerio de Igualdad ha dado a conocer unos resultados que deberían inquietar no sólo a los responsables gubernamentales sino también a toda la sociedad. Una parte de las víctimas de la violencia de género retira la denuncia contra sus agresores, paralizando con su arrepentimiento el proceso penal contra estos machistas maltratadores. Las esposas, amantes y novias que caen en manos de estos chulos peligrosos no sólo se convierten en compañeras de los que no son sus compañeros, además, sin darse cuenta, se encuentran esposadas a sus indeseables perseguidores. Estas esposas o grilletes son las que impiden a estas víctimas de la violencia de género vivir con la libertad necesaria para compartir en igualdad de condiciones una relación aparentemente normal y estable. Cada año más de setenta mujeres han perdido la vida a manos de sus terroristas particulares. En lo que va de 2009, treinta y tantas mujeres ya han sido asesinadas. Además,
en los dos últimos años se presentaron 268.418 denuncias, pero 28.800 mujeres se echaron atrás. Demasiados maltratadores denunciados y excesivas esposas con esposas que vieron mermadas sus capacidades de actuación y tuvieron que incrementar su capacidad de aguante ante la violencia psicológica y/o física. ¿Por qué una mujer maltratada perdona a su contrario y enemigo? Hay razones múltiples, tantas como maltratadas. Unas tienen índole económica, otras rezuman un tinte oscuro que ennegrece la autoestima y algunas más están relacionadas con los hijos, con la familia propia y con la del maltratador. Cuando se produce una separación anormal en la que los malos tratos envenenan el ambiente, las mujeres suelen ser acusadas de responsables de la ruptura familiar. Dejando absolutamente claro que, en esta materia, se ha avanzado muchísimo y que el pasado reciente no tiene nada que ver con el hoy, el perfil del maltratador no se ha modificado mucho. Antes lo normal era que el macho impusiese su criterio y sus chulerías en el ámbito familiar. Ellos actuaban como unos cerdos y siempre que podían dejaban el sello de su mal gusto. Cuando las mujeres acudían, por ejemplo, a buscar a sus maridos a la taberna, si lo hacían con la educada sumisión que ellos enseñaban, recibían el grito de su contrario y eran mandadas a la cocina. Si ellas gritaban más de lo normal y se llevaban al marido a comer, el resto de compañeros de tasca dudaban de la hombría del que, en vez de mandarla a limpiar y amenazarla con meterla dos hostias, acudía a la llamada de su compañera. Los nuevos chulos, que ya no actúan, externamente, como dueños de sus esposas ni llevan ostentosas y horteras esclavas en sus muñecas, mantienen a sus compañeras sentimentales en régimen de esclavitud y son los primeros interesados en que, sin que se note, sus esposas estén esposadas a su necedad. El mismo día que se hicieron públicos estos datos sobre el incremento de las víctimas de violencia machista que retiran la denuncia, un grupo de señoras expertas en estos asuntos comentaban entre ellas sus peripecias matrimoniales. Una de ellas, insistía en que lleva años sin poder dormir. Se acuesta, descansa tumbada en su cama pero no alcanza el sueño. Después de tantos años vigilando la llegada de su contrario, sin poder pegar ojo porque el miedo a la siguiente paliza la mantenía bien despierta, sigue con miedos. Ya no vive con ese cerdo que en algún momento consideró su compañero, pero sigue pasando las noches escuchando la radio y sin poder descansar. Otra de las damas decía, sin darle mucha importancia a lo que señalaba su compañera de taberna porque lo considera tan normal como levantarse y acostarse, que ella lleva quince años viviendo en la misma casa que su mal marido porque teme que, si sale de su hogar, se quede en la puta calle porque su contrario ya ha arreglado todo para que el dinero se esconda y los beneficios se ahoguen. Grilletes de color rosa, plateado y algunos con pinchos que queman la piel se convierten en esposas que atan a muchas mujeres y hacen insoportable su vida en pareja. Seguirán muriendo, seguirán denunciando a sus violentos agresores y algunas de ellas perdonarán a sus maridos para no aparecer como las malas antes sus hijos por meter a papá en la cárcel, ni como las pécoras que desprecian a unos señores que son unos animales aunque en público aparezcan como esposos y padres ejemplares. Solución no sé si existe pero la realidad es dramática para las miles de mujeres que se terminan acostumbrando a llevar esposas en sus manos y cerebro.