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¿Por qué el abrogatorio no vale la pena?

¿Por qué el abrogatorio no vale la pena?

lunes 31 de agosto de 2009, 18:46h

En educación, la evaluación de gestión del Gobierno es mayoritariamente positiva

Es muy importante entender que en política hay que evitar que las emociones (incluso las más justas) se volteen en tu contra.

Un ejemplo de esto es la decisión de la mesa de unidad de no dejarse llevar por esas emociones en el tema del abrogatorio de la Ley de Educación y dedicarse más bien a las protestas y manifestaciones legales, mientras aprovecha el momento para reconstruir sus lazos institucionales y rediseñar su estrategia de acción política, cuyo objetivo central debe ser mostrarle a la población el riesgo que está corriendo con el proceso revolucionario en su conjunto y no sólo sobre el tema de educación, que, en particular, no parece emocionar a las masas tanto como otros temas más sensibles.

Ya sé que esta ley puede ser muy inquietante para una persona moderna. Por eso, no es cuestionable que algunos hayan pedido utilizar todos los mecanismos legales que se tienen a la mano para tratar de evitar ese exabrupto. Pero para tener éxito en un referéndum sobre este tema, tendrías que tener detrás un país muy claro sobre el riesgo que esta ley significa para ellos o al menos susceptible a que alguien se los explique. El detalle es que nuestro país mayoritario no lo esta, por lo que las probabilidades de perder en esa empresa son gigantes y sus resultados demoledores.

Si hablamos de emociones, tendría que decir que el sólo pensar que tus hijos tratarán de ser manipulados a favor de una parcialidad política en su propia escuela. Que perderás tú derecho a escoger el tipo de educación que quieres para ellos, que abrirán las puertas de sus salones a sesgos cubanos, es decir, de un país paupérrimo en términos de derechos políticos y económicos, hace que te provoque defenderte como sea y de inmediato. Pero eso no significa que ese sentimiento sea compartido por la mayoría de la población. En efecto, la educación es, paradójicamente, una de las pocas áreas de acción concreta donde la evaluación de gestión del Gobierno es mayoritariamente positiva.

¿Qué, qué? Te estarás preguntando. Pues sí, como lo oyes, y con porcentajes superiores al 60%. La razón es más simple de lo que te imaginas. Mientras la población que tiene sus necesidades básicas cubiertas tiene interés real en la calidad de la educación de sus hijos y en su derecho a ser educados con integridad, apertura y libertad de pensamiento, la mayoría de la población, en cambio, se preocupa fundamentalmente por la posibilidad de que sus hijos entren a la escuela y logren obtener, como sea, un título de bachiller, técnico o universitario, sin importar, para nada, la calidad del mismo. Para quienes estudiar es natural en su vida, la calidad y la independencia de esa educación es vital y, por lo tanto, rechazan la ley con intensidad, pero para alguien que ha estado lamentablemente excluido durante años, el sólo poder estar en el sistema educativo y avanzar en él, sin más esfuerzo que apoyar al gobierno o no meterse con él, es un valor que aprecian y premian. Para ellos, la autonomía universitaria es un abstracto irrelevante. Para ellos, la ideologización en la escuela es hasta natural. Para ellos, que los estudiantes no puedan ser sometidos a pruebas de suficiencia para la admisión es más bien un alivio y una oportunidad. El tema es que este grupo es claramente mayoritario, lo que explica porqué se perdería un abrogatorio sobre esa ley, sin antes haber diseñado un mensaje coherente y cercano (que aún no hay), dicho por un mensajero atractivo y confiable (que aún no esta) y a través de medios masivos, fuertes y creíbles (a los que Chávez está destruyendo o amedrentando).

No, por ahí no parece que van los tiros, pero creo que las decisiones recientes de la mesa de unidad van por el camino correcto, aunque como es usual, algunos extremistas radicales los atacarán.

lvleon@cantv.net

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