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La crisis tiene culpables

La crisis tiene culpables

domingo 13 de septiembre de 2009, 11:38h
Si algo hay que recordar siempre de líderes como los socialistas Felipe González y Alfonso Guerra o el conservador Manuel Fraga es que hablaban claro. Quizá porque tenían las ideas claras. Un ejemplo más: Felipe González nos advierte ahora de que hemos dejado atrás la recesión mientras estamos a punto de repetir el modelo que nos ha llevado a esta crisis.

Lejos de quienes, como Orwell, pensaban que el lenguaje político está concebido para hacer que las mentiras parezcan verdad, Felipe González huye de los malabarismos dialécticos y constata la contradicción latente entre el enorme esfuerzo para reflotar a los bancos de todo el mundo y el hecho de que éstos continúan vendiendo los mismos productos que antes, sin dar crédito. La conclusión es evidente: hay que reformar el sistema financiero, lo cual exige nuevas normas, más allá de fusionar cuatro cajas de ahorros.

Un año después de la histórica quiebra de Lehman Brothers, cuarto banco de inversión de EE UU y protagonista del detonante de la debacle financiera global, los gobiernos siguen sin aplicar medidas reguladoras que impidan la repetición de acontecimientos así y sus consiguientes derivadas en la caída de la economía, que frenó la inversión y el consumo, y trajo paro, entre otras muchas desgracias que nos relata con la máxima claridad el periodista Carlos Salas en su libro “La crisis explicada a sus víctimas”.

La bancarrota tiene nombres y apellidos, algunos en la cárcel, y tiene un veneno dentro que se llama codicia financiera, frente a la que no hay unanimidad a la hora de ponerle fin. En el sistema entraron miles de millones de fondos públicos para evitar el colapso financiero y sanear las cuentas pero los jefes de los bancos continúan haciendo de las suyas y encima cobran por ello bonus millonarios, como hace un año. Las medidas internas de cada país son insuficientes y el consenso internacional sigue pendiente del G-20. Mientras, pasan los días y mucha gente lo pasa mal. No así los bancos y sus accionistas, que ven como sus títulos valen hoy en bolsa un 23% más que hace un año, cuando perdieron valor por la quiebra de Lehman Brothers y el pánico generalizado.

No deja de ser curioso que mientras los causantes de la crisis se reparten un nuevo botín, aquellos que deben sentar las bases reguladoras se despedacen en público, a riesgo de perder sus propias sillas. El cuento es aplicable a España, donde ahora algunos atribuyen al presidente Rodríguez Zapatero todos los males, pero también a otros países. Y claro que Zapatero tiene responsabilidades, tanto por su pequeño papel en el G-20 como por no moverse más contra la crisis particular de España, pero de ahí a atribuirle todo lo que le echa encima Mariano Rajoy media un largo trecho. Un país serio también merece una Oposición seria, no demagógica. Al menos cuando hablemos de las cosas de comer.
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