Se ha producido, finalmente, la marcha de Pedro Solbes del Congreso, y vuelve a servir, como la de Jordi Sevilla, para poner de relieve que es el tercer exministro que prefiere abandonar el Congreso de los Diputados en un momento en el que se especula profusamente con disensiones internas contra
Zapatero en el Grupo Parlamentario Socialista, en disconformidad con la forma de afrontar al crisis económica.
Más que ningún otro,
Pedro Solbes "padeció" esa crisis de la que algunos empiezan a ver su final, y a él le correspondió adoptar algunas de las medidas más severas, por su propia cuenta unas y otras veces instigado por Zapatero y contra su propio criterio, como es sabido. Solbes tenía autoridad suficiente para discrepar y posiblemente llegó un momento en que discrepaba más
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habitualmente de lo que coincidía con el presidente. De ahí que, con ocasión de la remodelación, y después de que Solbes hubiera amenazado con su marcha, fuera finalmente sustituido en la vicepresidencia económica por
Elena Salgado, sin duda mucho más flexible y dispuesta a trasladar las decisiones que se le ocurrieran a Zapatero.
Precisamente, los críticos de esa política económica del Gobierno han venido discrepando, sobre todo, por las "ocurrencias", improvisaciones y contradicciones de las que ha hecho demostración la política económica "post Solbes", en episodios como el de los 400 euros, los 420 euros, la no subida y la subida de los impuestos... Un semanario generalmente afín al Gobierno, El Siglo, acaba de examinar las cien medidas anticrisis del Gobierno, y observa que pocas de ellas son efectivas, muchas están aún en pañales, bastantes "hacen bulto" y tampoco faltan las "peregrinas". En definitiva, que no todas esas cien medidas han tenido el calado deseado desde Moncloa, y muchas están todavía recién aprobadas, por lo que es difícil calibrar hasta qué punto dan en el blanco...
Solbes pasará a la historia por haber sido, precisamente, la autoridad económica a la que Zapatero recurrió para una primera legislatura de indudable éxito en la economía con importantes niveles de crecimiento del PIB, superávit presupuestario y muy estimable creación de empleos. Luego llegó la crisis, y Solbes empieza a discrepar de lo que Zapatero entiende que debe hacerse en una situación de esa naturaleza. En particular, endeudarse más y más. Solbes, que se había caracterizado, en Bruselas como en Madrid, por ser un esforzado de las cuentas favorables, empezó a pasarlo mal, y hubo un momento en el que confesó públicamente, y no sin escándalo, que envidiaba al exministro
Bermejo precisamente porque era exministro...
En efecto, ya era público y notorio, en sus meses finales de la vicepresidencia, que estaba deseando abandonar el cargo. Y otro tanto ha sucedido tras su regreso a las filas anónimas del Congreso, donde era observado con curiosidad ante cada decisión que adoptaba o defendía su sucesora Salgado. Ahora se va en el momento oportuno para no votar unos presupuestos de los que probablemente disentirá de manera profunda. Abandona, en efecto, antes de que se produzcan dos normas en las que participó, pero que no terminó de "cuadrar", la financiación autonómica -el peliagudo "sudoku", como él definió ese reparto, cuyas cifras aún desconocemos-, y esos presupuestos que están a punto de iniciar su andadura parlamentaria.
Aseguran en algunos medios informativos que Solbes había avanzado en privado que prefería irse en vez de romper la disciplina de voto socialista. No es menos cierto que Solbes cambia su escaño del Congreso por otra tarea que enlaza con su trayectoria de funcionario europeo: será presidente de la junta de supervisión del grupo asesor europeo sobre información europea, organismo que orienta a la Comisión Europea en contabilidad. Seguirá, por tanto, familiarizado con los grandes números de las cuentas de los países de la Unión, y preocupado con la marcha de nuestro déficit y deuda.