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Lo público y lo privado

Lo público y lo privado

lunes 21 de septiembre de 2009, 19:06h

La línea que divide lo público de lo privado parece estar algo difusa al interior de este Gobierno de “manos limpias, mentes lúcidas y corazones ardientes”. Y esta incapacidad para delimitar claramente ambos conceptos resulta muy preocupante cuando quienes la padecen son las personas que manejan todo el aparato estatal, pues, como consecuencia de eso, pueden ocurrir cosas como la sucedida hace pocos días.

El sábado 12, la “revolución ciudadana” organizó una concentración para respaldar a uno de sus líderes más emblemáticos, Gustavo Larrea. Lo indignante de este acto (más allá de que su fin haya sido respaldar a un ex funcionario que mantuvo dos números de cédula distintos durante varios años y de quien se sospecha que se reunió con un alto líder de las FARC en territorio ecuatoriano) es que en lugar de llevarse a cabo en un sitio privado, como mandaba la ética, se haya realizado en plena avenida de los Shyris, en la cual se interrumpió el tráfico durante varias horas.
 
Obviamente, esto causó molestias a todos quienes transitan por esa vía: seguidores y opositores del Gobierno, gente que usa el transporte público o “pelucones” en autos particulares.

¿Con qué derecho utiliza el Gobierno un espacio público para realizar un acto de interés meramente particular? ¿Esa es la nueva forma de hacer política con la que prometieron cambiar el país? ¿Qué va a venir luego? ¿Acaso cerrarán nuevamente la Shyris para que algún otro cabecilla del Régimen celebre su cumpleaños por todo lo alto? Y esta abusiva forma de manejar el poder se hace evidente en muchas otras acciones del Gobierno: como el modo en que el Presidente pretende zanjar sus antipatías personales en las cadenas sabatinas, o la manera en que modifican, a su antojo, la programación de los canales que ahora están en manos del Estado, como si fueran propios.

Por eso es tan grave que las autoridades de un país no sepan distinguir claramente entre lo privado y lo público, porque inevitablemente eso provoca que también pierdan la frontera que separa lo ético de lo inmoral.

jhidalgo@lahora.com.ec

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