De mayor quiero ser liberado

Nunca oí de pequeño a ningún niño que dijese “cuando sea mayor quiero ser sindicalista”, pero si fuesen listos y supiesen que en época de crisis sólo ellos están protegidos, como especie en extinción porque cada día representan a menos trabajadores, emplearían sus esfuerzos en hacerse de la UGT o Comisiones o de cualquier otro sindicato.

Aquí la gente las está pasando canutas mientras que los liberados sindicales son los privilegiados de la situación.

Los sindicatos reciben del Estado cientos de millones de euros, sus liberados que alcanzan una cifra de varios cientos de miles, están blindados contra cualquier riesgo de despido, aunque sus compañeros se vayan a la calle, cobran por intermediar en los ERES  y para mantener sus prebendas son capaces de presionar cuando toca, lamerle el culo al gobierno cuando corresponde, guardar silencio frente a la crisis, porque ése es el precio, e insultar al gobernador del Banco de España cuando se atreve a opinar como experto sobre las necesidades de modificación de normas en el mercado laboral.

El Secretario General de la UGT de Madrid, José Ricardo Martínez, ha mandado a “su puta casa” a Miguel Angel Fernández Ordóñez y se ha quedado en su puta paz al hacerlo.

No me suenan mal las palabras mal sonantes, lo que me suena muy mal es que un profesional de la subvención reproche al representante máximo del Banco de España que, por estatuto, está obligado a velar por la ortodoxia monetaria y financiera del sistema económico español, que cumpla con su obligación. Fernández Ordóñez no es un empleado del gobierno sino del Estado y debe servir a los intereses de los españoles y no del partido que le nombró para ese cargo.

Es evidente que una cosa tan razonable y ajustada a derecho no le  puede entrar en su cabeza al liberado de la UGT que le critica.