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Ainstitucionalidad

Ainstitucionalidad

lunes 16 de abril de 2007, 06:44h

“De vez en cuando la vida, te besa en la boca”, dice Serrat en alguna de sus canciones.

En la Argentina de la bonanza económica, en dónde la vida nos besa en la boca todo el tiempo, al contrario de los versos del catalán, “de vez en cuando la muerte nos recuerda nuestra ausencia de calidad institucional”.

En efecto, la trágica muerte de un docente en medio de una marcha de protesta admite un repaso de las graves ausencias institucionales que nos caracterizan.

1. Falta de instituciones representativas que canalicen, en una sociedad democrática, los conflictos. Sean éstos gremiales, ambientales, por códigos edilicios, etc. En una sociedad bien representada, todos estos conflictos se ventilarían en audiencias públicas en las legislaturas , el Congreso Nacional, la Justicia, Foros de debate, etc. En la Argentina de hoy, se dirimen en la calle, impidiendo el paso de otros ciudadanos y convocando a las cámaras de televisión.

2. Falta de instituciones, en algunos niveles, capaces de ejercer el monopolio de la fuerza por parte del Estado, con la capacitación y los medios necesarios para evitar la muerte de nadie. De hecho varios episodios protagonizados por elencos más profesionalizados como Gendarmería, Prefectura, o Policía Federal, han logrado controlar protestas violentas, sen que se produjeran víctimas, con orden de reprimir por parte del Gobierno Nacional. Da la impresión que el grado de preparación, capacitación, nivel de educación y entrenamiento de las policías provinciales no permite enfrentar estos temas con eficiencia. Es probable, además, que la “falta de práctica” y de medios, surja del hecho de que este estilo de protestas son relativamente “nuevas” en algunas provincias, mientras no lo eran en la Capital Federal.

3. Falta de ejercicio democrático para que las responsabilidades políticas se juzguen rápida y eficientemente. O para que los protagonistas políticos reconozcan sus errores y renuncien. Un Gobernador que hace 12 años que gobierna una provincia con pleno control, o un Jefe de Gobierno Porteño que gobierna 5 años, con el mismo pleno control, no pueden alegar “ignorancia” ante fallas institucionales graves, como puede ser un policía que, por sus antecedentes, no puede integrar una fuerza de represión, o inspectores que habiliten locales que no debían habilitar.

4. Falta de instituciones gremiales representativas. Detrás de esta tragedia, se esconde un arreglo salarial mal manejado y competencia entre gremios locales y nacionales. EL gremio nacional acordó con el Ministro de Educación un salario mínimo para todas las jurisdicciones. Pero cada jurisdicción tiene una situación diferente. En el caso de varios de los conflictos docentes provinciales el problema no es el salario mínimo, sino la proporción del salario que se paga sin aportes jubilatorios, ni a las obras sociales, ni se computa para adicionales y extras. Es decir, el monto de los salarios pagados “en negro” por los gobiernos provinciales. Este es un viejo conflicto que sale a ala luz, solo cuando la situación económica es lo suficientemente buena y hay elecciones de por medio, de manera de presionar más a los gobernadores. Nótese que la mayoría de los problemas se mantienen en provincias “ricas”. Como los gremios locales, en general, no se sienten representados a nivel nacional, y como los gobernadores no se sienten representados por el Gobierno Nacional, los acuerdos centrales no sirven para solucionar problemas locales.

5. Y esto me lleva, finalmente, a dos temas institucionales relacionados con la situación fiscal. Primero, no se puede manejar en forma unitaria la situación laboral de los maestros, y en forma federal los recursos para hacer frente a dicha situación. Los aportes del tesoro al sistema educativo provincial no contemplan los “blanqueos” sino sólo la nómina salarial de las provincias “pobres” para llegar a cubrir los mínimos. Segundo, este sistema de salarios “en negro” pone en evidencia la precariedad de la bonanza discal provincial. Si se tuviera que pagar todo como corresponde y se actualizaran los salarios de todos los empleados públicos, la mayoría de las provincias, seguramente, serían deficitarias. Si el Estado Nacional tuviera que ajustar las jubilaciones no mínimas y sus propios salarios, a los niveles legales, mucho del superávit del ANSES, que hoy es el grueso del superávit fiscal nacional, desaparecería. Estamos teniendo superávit de caja en el sector público, mientras se devengan deudas, ajustes, malas liquidaciones, etc. que tarde o temprano obligarán a nuevo endeudamiento, o a licuar los gastos futuros con más inflación. Dado que, desde hoy, el presidente pasó a ser un futuro jubilado del Estado, supongo 1que tendrá mayor interés que hasta ahora, por evitar la licuación, vía inflación, de las jubilaciones. Dicho sea de paso, insisto en mi propuesta institucional de que las remuneraciones, adicionales, viáticos, etc, de todos los funcionarios políticos de los gobiernos nacionales se “congelen” nominalmente, de manera de generarles un gran incentivo a evitar la inflación como mecanismo de ajuste del gasto.

Los pragmáticos que desprecias el contexto institucional, o que, sin llegar a ese extremo, le asignan un valor más bajo a la influencia de la calidad de las mismas, en nuestra vida diaria, podrán argumentar que, pese a todo lo descripto, que no ha sido muy exhaustivo, (podría agregar en la lista, aunque no vinculado con el problema docente, a la destrucción del INDEC y de las estadísticas como bien público), la Argentina está creciendo, los ingresos se están recuperando, y las perspectivas se mantienen positivas y optimistas. Y es probable que tengan razón. Sin embargo son estos mismos pragmáticos, los que dicen representar a las víctimas de la falta de instituciones del pasado. EN otras palabras, nuestro drama institucional fue la causa, en el pasado, de muchos muertos y de una pobrísima perfomance de largo plazo en materia de bienestar. Pero sucede que aquellos que más declaman defender a esas víctimas del pasado, poco se preocupan por generar las bases institucionales que eviten más víctimas hoy y en el futuro.

Entiéndase bien, no estoy comparando las crisis institucionales pasadas de la Argentina, con la situación actual, un mucho menos. Lo que estoy tratando de transmitir es que me llama la atención que aquellos que más énfasis han puesto en la crisis institucional pasada como explicación de nuestra decadencia, sean los mismos que subestiman nuestras necesidades institucionales actuales.

Y eso me lleva, finalmente a la cuestión de fondo que quiero plantear.

Como sociedad, los argentinos nos hemos acostumbrado a la falta de instituciones y de reglas. Lo consideramos un estado de la naturaleza y, más aún, no relacionamos los temas institucionales con lo que nos pasa todos los días. Hasta que aparece un muerto, o varios, y ponemos el grito en el cielo, por un ratito. Pero, paradójicamente, ese grito no incorpora una demanda por instituciones. Pide renuncias, ajusticiamientos, escarmientos, venganzas, revanchas, y a veces, muy pocas veces, justicia. Pero nunca reglas estables, normas de convivencia acordadas entre todos los sectores en pugna. Límites a los mecanismos de manifestación de los conflictos, etc.

La violencia en la convivencia es parte de nuestra vida diaria, y nos parece normal. Pasan unos días, unos meses, olvidamos a los muertos de ese momento, y seguimos con lo nuestro…hasta la próxima vez.


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