www.diariocritico.com
¿Qué le falta al cine chileno?

¿Qué le falta al cine chileno?

lunes 16 de abril de 2007, 05:04h
El cine chileno ya no es una promesa. Sus películas de los últimos años recorren los festivales internacionales y varias son exhibidas en la programación corriente de las distribuidoras. Es cierto que aún no conquistan a un público masivo pero sus realizaciones son, en general, respetables, y aspiran a no desmerecer en el panorama de cinematografía latinoamericana.

A pesar de sus prolongadas crisis y de sus inciertos renacimientos, el cine chileno puede contar una larga historia. En la época silente de los años 20 sus filmes eran los más numerosos y vistos de Sudamérica. Intentaban asimilar las técnicas en uso y ofrecían productos coherentes y hasta sorprendentes, como “El Húsar de la Muerte”, filmada en 1924 y cuyo personaje fue el legendario guerrillero de la época de la independencia y del nacimiento de la República.

El sonido apagó y desalentó a los esforzados cineastas criollos. Fueron escasos los títulos hasta los años 40. Renació la industria durante el gobierno del Frente Popular (1938-1942) y con la creación de Chile Films, con dineros estatales. Chile Films pretendió ser el más completo estudio del continente, dotado de toda la maquinaria necesaria para hacer cine “en grande”. No obstante, sus planes fueron desubicados y fracasaron sus pretenciosas películas, destinadas a conquistar el mercado internacional.

De todas maneras, fueron apareciendo directores y técnicos que aprendieron su oficio y demostraron que existía una precaria cinematografía que, desgraciadamente, no se proyectaba más allá de la Cordillera de los Andes. Algunos filmes de los años 50 y mediados de los 60, como “Largo Viaje” de Patricio Kaulen, el “Chacal de Nahueltoro” de Miguel Littin, “Valparaíso mi amor”, de Aldo Francia y “Tres tristes tigres” de Raúl Ruiz, anunciaron un nuevo auge que no pudo desarrollarse durante los diecisiete años de la dictadura militar cuya extrema censura sofocó cualquier expresión artística válida.

Los jóvenes cineastas se marcharon del país como exiliados o eligieron voluntariamente asimilar las expresiones formales de sus proyectos en Europa, México, Brasil o Argentina. Otros, como Silvio Caiozzi, maduraron en condiciones adversas. Este produjo después filmes de gran densidad en la post dictadura, como “La luna en el espejo”, “Coronación” y “Cachimba”, las dos últimas basadas en relatos de José Donoso.

Asimismo, Ricardo Larraín dirigió “La Frontera”, que abordó el tema de la represión en los años recién pasados. Las películas que recogieron aspectos de la memoria del tenebroso período pinochetista se multiplicaron y fueron de indiscutibles valores cinematográficos. Citamos “Imagen Latente” de Pablo Perelman, “Amnesia” de Gonzalo Justiniano y, ya en el siglo XXI, “Machuca” de Andrés Wood, una conmovedora historia de niños que vieron cerca de un millón de espectadores en los cines chilenos y que fue exhibida en diversos países, con elogios unánimes.

La producción en los años de los gobiernos de la Concertación (1990-2007) ha sido numerosa y alentadora. Nuevos cineastas como el citado Andrés Wood y otros como Gustavo Graef Marino (“Johnny cien pesos”), Matías Bise (“La cama”), Sebastián Campos (“La Sagrada Familia”), Alicia Scherson (“Play”), Orlando Lubert (“Taxi para tres”), Alex Bowen (“Mi mejor enemigo”), Cristián Galaz (“El chacotero sentimental”), Pablo Larraín (“Fuga”) y otros nombres como los de Nicolás López, Jorge Olguín, Sergio Castilla, Fernando Lavandero, son parte de un grupo generacional que le ha dado al cine chileno una nueva fisonomía.

Nadie reprocha –como antes- la mala calidad técnica ni la poca coherencia o sentido de los guiones. Se habla ahora de una identidad nacional y se reprochan algunas imitaciones de los thrillers de Hollywood o de filmes con un excesivo afán de ingresar al mercado asimilando temas y puestas en escena que son mejores en otras cinematografías.

Estamos de acuerdo en que el cine chileno ha entrado en tierra derecha. Produce en la actualidad entre doce y quince películas anuales. Sólo le falta mayor personalidad, originalidad, intensidad. Todos confían que eso vendrá por añadidura y que ya existe la base -directores, actores, técnicos- para conquistar al gran público.
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios