Lo que está pasando en las alturas del PP (las valencianas y las "genovesas") va camino de ser el guión de un sainete a la altura de la pluma de
Carlos Arniches. Es tal el lío político y las declaraciones cruzadas entre los protagonistas que ya no se sabe si es
Camps el jefe de
Rajoy o si es
Ricardo Costa quien tiene la última palabra y se pasa las órdenes de
María Dolores de Cospedal por el forro de sus ajustadas chaquetas. En cualquier caso, el espectáculo político es patético: un partido que gobierna en la Comunidad Valenciana y que aspira, también, a gobernar en España no puede ofrecer semejante imagen de descoordinación, de falta de criterio y de orfandad de liderazgo.
Es verdad que en el plano nacional, el PP aventaja al PSOE en intención de voto -lo reflejan las encuestas-, pero ¿cuánto tiempo durará esa tendencia con una opinión pública informada de la premiosidad, de la falta de autoridad de Rajoy y, lo que es más grave, de su pasividad ante un caso de corrupción como el que describe el sumario judicial del caso "Gürtel?, sin olvidar el fondo de la cuestión: la inquietante estatura de las sombras que proyecta sobre la financiación del PP en la Comunidad Valenciana. En su día, Francisco Camps apuntaló el debilitado liderazgo de Mariano Rajoy.
Hoy, paradójicamente, puede ser el naufrago que se agarre a su cuello para llevárselo con él al fondo del mar. Atentos a la pantalla y a los silencios de
Alberto Ruiz Gallardón.