La oposición a sí misma

Nunca estuvo España tan necesitada de una oposición alternativa como en estos tiempos, con un gobierno fracasado,  un presidente desacreditado y una crisis que se prolonga más allá de las circunstancias externas que coincidieron en su origen. Pero, lamentablemente, la oposición no parece acrecentada en la proporción que correspondería a los fracasos del gobierno. El gobierno socialista desciende algunos puntos en las encuestas sin llegar al límite de lo irreversible, lo que mejora aparentemente la posición del Partido Popular sin que este avance por sus propios méritos.

La oposición aparece lastrada por indicios de corrupción y por conductas vacilantes que le restan autoridad y siembran confusión en sus bases. El desgaste gubernamental puede interpretarse como degeneración natural de un largo mandato según la creencia de que el poder corrompe y el poder absoluto absolutamente. Pero la corrupción en la oposición es imperdonable. Comprendo que Antonio Basagoitoi diga que le dan asco las penumbras del caso Gürtel. También nos dan asco a quienes prestamos servicio activo al Partido Popular durante varias décadas y a los jóvenes que pudieran prestarlo en el futuro. Es triste ver a este partido chapoteando en una ciénaga podrida, intentando sobrenadar sin clarificar la pesada carga de malas compañías con las que ha convivido con insoportable parsimonia, relacionándose paritariamente con personajes averiados y creyendo que puede bastar con desposeer temporalmente de alguna de sus competencias suplementarias a un diputado de las Cortes valencianas para cortar las repercusiones negativas de una contaminación repugnante. 

    Es difícil suscitar confianza a medio plazo en una oposición que no parece capaz de ventilar una atmósfera viciada. De nada servirán las excusas persecutorias si los perseguidos siguen apestando. Lo peor es la cortedad de reacciones ejemplarizantes y de explicaciones de fondo. La lentitud y la prórroga de coexistencias poco recomendables es la peor campaña que una oposición puede hacer contra sí misma. La oposición tendría que tener clara la afirmación del prometedor líder de la oposición británica David Cameron de que “la honradez es la única opción para ganarse el apoyo de los votantes y superar la crisis”.