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Difama, que algo queda

Difama, que algo queda

martes 03 de noviembre de 2009, 11:44h
Alguien que firma, debo suponer que con su nombre, pero a saber, Rafael Sanz, escribe el pasado domingo un comentario sorprendente al pie de una información publicada en este periódico, no precisamente por mi, sobre las peculiaridades fiscales del Estado norteamericano de Delaware, y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid nos informa de que hay un edificio de oficinas por lo visto llamado Delaware en el bonito municipio de Majadahonda, al noroeste de Madrid, para añadir seguidamente dos graves insidias que deberá demostrar.

Este que sigue es, literalmente, el tenor del comentario que las facilidades de la informática han permitido publicar al supuesto señor Rafael Sanz:

Enviado por: Rafael Sanz / 01-11-2009 17:17
¿Así que Delaware? ¡Que bella coincidencia! ¿Como se llama, orgullosamente, el bonito edificio de oficinas construido en Majadahonda (por cierto, por una constructora con la que algo tiene que ver su Alcalde)en la hermosa vecindad del monte del Pilar? DELAWARE, claro, véanlo en su fachada. ¿Todo un síntoma? Hace un par de días me enteré de que el director de Diario Crítico de la Economía, también por cierto muy amigo del Alcalde de Majadahonda, va a instalar en ese edificio, esto es, en DELAWARE, su oficina personal. ¡Qué sintomático! (Donde las dan las toman)


Pues bien, la primera insidia es que ese edificio sea de una constructora con la que, según el tal Rafael Sanz, algo tendría que ver el alcalde de Majadahonda, lo que desde luego desconozco. La segunda insidia, que me afecta personalmente, afirma que es “sintomático” que yo vaya a instalar una presunta “oficina personal” –¡qué bonito queda eso, pero los lectores deben saber que carezco de tal “oficina personal” y no entra en mis proyectos ni en mis deseos!– en ese edificio, ya que, según añade, yo sería “muy amigo del alcalde de Majadahonda”.

Hombre, pues esto último es lo único que no me molesta, porque creo que es un excelente alcalde, con quien ciertamente tengo buena relación y no me disgustaría ser ser tan amigo suyo como pretende el señor Sanz, ello al margen de los edificios que construya, si es que los construye, y del nombre que tengan. Así que, de “sintomático”, nada de nada. Ya quisiera este modesto plumilla tener algo que llevar a algún paraíso fiscal, pero como no lleve deudas, lo veo difícil. ¡Qué país, qué paisaje, qué paisanaje! ¡Animo, señor Rafael Sanz, no se corte un pelo, a difamar, que algo queda…!



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