A diferencia de otros comicios electorales, si algo caracterizó la actual campaña fue la ausencia o, si se quiere, extrema debilidad de debate político sobre los temas que preocupan a la Bolivia actual. Los debates que se produjeron en los medios de comunicación fueron, en realidad, agendados estos mismos, sobre temas puntuales o sobre aquellos marcados por la dinámica de la coyuntura electoral; en consecuencia, en ellos no se revelan proyectos de país, visiones estratégicas, horizontes ideológicos ni soluciones a mediano y largo plazo a problemas estructurales e integrales.
Por otra parte, en el afán de captar votación en una lógica eminentemente electoralista, se realizaron, en unos casos, acuerdos indiscriminados para la conformación de listas mediadas por intereses instrumentales mutuos y no por convicciones ideológicas; en otros, se echó mano de la gestión de gobierno enfatizando en los beneficios directos que recibió la población para consolidar la continuidad del proceso, o se tendió simplemente a descalificar al otro para mejorar las posibilidades electorales. En fin, si bien estas estrategias resultan funcionales a intereses particulares, no otorgan contenido a la elección, no favorecen al objetivo de decidir de manera informada, ni a la calidad de la democracia.
Las propuestas presentadas por los partidos a la CNE, que se asumen como oficiales, parten de preocupaciones comunes, y se basan en pilares o ejes que tocan las variables económicas, sociales, éticas e inclusive medioambientales. No obstante, el énfasis puesto en algunos temas, así como el contenido de sus planteamientos, varía sustancialmente de unas a otras; en unas se puede percibir un abordaje más somero, como en el caso del MAS que remite a la nueva CPE y a su actual gestión gubernamental. En otras, construcciones parciales como el caso de UN, centradas en la economía, o, por último, excesivamente generales y superficiales como en el PPB-CN o AS. En las propuestas se puede percibir la centralidad que han adquirido ciertos temas sobre los cuales se basan los partidos para presentar sus propuestas; por ejemplo, en el campo económico, ninguna defiende el modelo neoliberal, por tanto parten de un mayor protagonismo del Estado en distintos grados y dimensiones, y lo propio sucede con el tema de las autonomías y otros.
Respecto de las campañas, éstas se han construido en relación con un discurso político que tiende a diferenciarse del otro y a captar la atención del electorado. Mientras el Plan Progreso ha centrado su campaña en la “defensa del Estado de derecho”, “las libertades democráticas” —en mérito a la situación de Leopoldo Fernández— lo cual conlleva una suerte de autovictimización respecto del Gobierno, UN se orienta a la solución de los problemas de oportunidades y empleo, AS a la complementariedad de opuestos, la unidad y “el retorno de Dios al palacio”, y el MAS remite a la continuidad del proceso de cambios y a la satanización de aquello que no favorezca al proceso.
Así, en una elección donde no se esperan mayores sorpresas electorales, donde se revelan las debilidades del debate político, el predominio de una fuerza política y la escasa capacidad propositiva y de construcción de alternativas. En la contraparte, se ve una gran expectativa ciudadana por participar y estar presente en las decisiones.
*María Teresa Zegada
es socióloga.