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Economía: la hora de la verdad

Economía: la hora de la verdad

sábado 05 de diciembre de 2009, 13:17h
En las últimas semanas la Bolsa está ofreciendo alegrías a los inversores españoles, pero tampoco conviene lanzar por ello las campanas al vuelo, ni pensar que la crisis económica está superada y ni siquiera bajo control. La Bolsa es sólo uno de los indicadores, muy expresivo desde luego, pero no sería razonable establecer una relación demasiado directa entre la evolución de la Bolsa y la del conjunto de la economía. De momento, sólo desde la propaganda política o desde el más excusable voluntarismo, pero sólo eso, voluntarismo, se puede creer que la estación término de la crisis está a la vista o muy cercana. Es prácticamente unánime, entre los analistas tenidos por más solventes o rigurosos, el pronóstico de que nada cabe esperar antes de 2012, y que probablemente la recuperación real se inicie incluso más adelante.
 
Pero también es cierto que el Banco de España, el rigor e independencia de cuyo servicio de estudios nadie serio discute, cree observar indicios de estabilización de la confianza de los consumidores y de los comerciantes minoristas, así como otras señales de una suave mejora del sector productor de bienes de equipo. Menos precisa es la valoración de que se esté suavizando la caída del empleo, y desde luego será preciso entrar a fondo en el análisis de los datos que fundamenten esa conclusión. Pero en fin, en cualquier caso, no va a peor, lo que ya es algo, sobre todo, cuando el Banco de España afirma que los precios regresan a tasas positivas y no crece, en términos interanuales, la deuda de hogares y sociedades.

La financiación neta del sector público sigue creciendo a tasas muy altas, pero es un hecho que en noviembre los mercados internacionales consolidaron los avances alcanzados durante el mes de octubre, que los resultados empresariales del tercer trimestre son, por lo publicado, mejores de lo previsto, e incluso podría decirse que los indicios de recuperación, aunque muy moderados, apuntan una paulatina pero esperanzadora extensión geográfica.

Claro que no todos los datos son esperanzadores. El beneficio neto de las empresas no financieras cayó un 29,7 por ciento en los nueve primeros meses del año, en contraste con el crecimiento del 12,7 registrado en el mismo período de 2008, por los datos de la Central de Balances que recoge el Boletín Económico del Banco de España. Esta fuerte caída del beneficio neto se explica tanto por el descenso de la actividad, que se contrajo un 13,1 por ciento, como por el retroceso de los resultados atípicos como consecuencia de la reducción de las plusvalías que se habían producido en algunas operaciones de venta realizadas en ejercicios previos.

El empleo cayó a una tasa del 2,6 por ciento entre los meses de enero y septiembre y las remuneraciones medias crecieron sólo un 1,5%, esto es, aproximadamente la mitad que en 2008, por los menores incrementos negociados en los convenios y por la caída del componente variable de los salarios. Además sigue siendo visible el crecimiento del desánimo de los parados, que según el Banco de España están dejando de buscar activamente empleo por las inocultablemente malas condiciones del mercado laboral, hasta el punto de que, en los tres primeros trimestres de 2009, los flujos de salida hacia la inactividad han superado a los de entrada.
   
“¡Es la economía, tonto!”, se recuerda muchas veces que le espetó Clinton a su contrincante republicano en plena campaña presidencial, y alguien se lo debiera recordar, en estos años de tribulación, a nuestro presidente Rodríguez Zapatero y al líder de la oposición, cada vez más enredados y dispersos ambos en batallas y batallitas que tienen poco o nada que ver con el problema ahora mismo central de nuestro país y que lo seguirá siendo mientras no volvamos a la senda del crecimiento. En un país atribulado como el nuestro, temas muy menores, o muy laterales, pueden cobrar gran resonancia mediática, pero no dejarán de ser recursos de propaganda para eludir la ineficacia en la cuestión central que a todos nos atañe y que no es, ni debiera ser otra, que la de situar España en condiciones objetivas de estar entre los primeros países que vuelvan a la senda del crecimiento y de que ese retorno pase con la máxime rapidez a los ámbitos de la economía real, esto es, a la actividad empresarial y a los trabajadores.

La salida de la crisis, la recuperación y por tanto la siguiente fase de crecimiento están ahí, todavía no a la vuelta de la esquina, pero lo suficientemente cerca como para que los políticos y las fuerzas sociales se comportasen con sentido de la responsabilidad y se centraran en concertar y sentar las bases estratégicas para que el país en su conjunto, y no ésta o aquella fuerzas políticas, saque el máximo y más rápido partido de esa nueva fase, en cuanto llegue y en beneficio de todos los ciudadanos. Sin duda que esto puede ser menos divertido que la interminable cascada de guerras y guerrillas que invaden nuestra manifiestamente mejorable vida política nacional, pero sería más útil para el país, que es tanto como decir para todos los ciudadanos y para la economía real.

El evidente déficit de liderazgo político que padecemos, y por cierto no sólo en las alturas del poder, es un peligro cierto para el buen aprovechamiento de esa fase de recuperación que sin la menor duda se acerca, tarde en alcanzarnos unos meses en el mejor de los casos o un par de años en el peor. El país necesita, las empresas españolas necesitan, los profesionales y trabajadores españoles necesitan, unos nuevos “Pactos de La Moncloa”, capaces de concitar todos los esfuerzos en unos objetivos pactados y consensuados de crecimiento económico, o al menos, un acuerdo como el que en 1996 permitió iniciar los mejores cuatro años, en términos económicos, de las últimas décadas. 

Cuando hayamos vuelto al crecimiento económico, y por tanto a la prosperidad, ya sería el momento para debatir, concertar en lo posible y resolver democráticamente en lo restante, todas esas cuestiones, sin la menor duda, interesantes, en las que ahora esterilizamos inoportunamente tantos esfuerzos ciudadanos. Ahora toca algo tan incómodo, tan difícil y tan necesario como es la economía, porque el momento crítico en el que todos los esfuerzos nacionales deben converger en la economía no es, por supuesto, en los tiempos de bonanza, pero tampoco cuando se está en el pozo de las crisis, sino precisamente cuando, como ahora sucede, los indicadores más sólidos apuntan que estamos todavía dentro, pero ya más o menos cerca, de la salida de la crisis.
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