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Recuperación ¿qué recuperación?

Recuperación ¿qué recuperación?

domingo 13 de diciembre de 2009, 09:54h
Sorprende la extraña aparición de Rodríguez Zapatero anunciando urbi et orbe que la crisis económica toda a su fin y que la recuperación es inminente. Nada menos que eso, inminente. ¿Pero qué datos sustentan ese optimismo de la voluntad frente a las evidencias del pesimismo de la razón? Nada, ni un dato, pura y dura palabrería política, estrategias de comunicación. ¿Qué habrán pensado, sometidos a lógica discreción por la disciplina de partido, personajes socialistas tan sólidos como Joaquín Almunia, Josep Borrell, Jordi Sevilla, Pedro Solbes y tantos otros? Pues nada, ya lo sabemos los sufridos ciudadanos: la recuperación es inminente. Cierto que en los últimos dos años se han destruido en España casi 2,4 millones de puestos de trabajo. Cierto que más de 4 millones de españoles, algo así como el 18% de la población activa, están en el paro. ¿Pero que son esas minucias cuando la recuperación es inminente? ¡Pelillos a la mar!

Naturalmente la realidad es cruel y no siempre se acomoda al voluntarismo y la propaganda. Por más que se escarbe en los datos, ningún indicador serio avala ese alegre optimismo de la voluntad del presidente. Como nada puede ocultar que seguimos instalados en la total ausencia de una política económica digna de tal nombre y encima, tras la salida de Solbes, sin al menos esa cautela de la buena administración que nos evitase males mayores. Habrá que escribirlo con entera claridad y desde luego contra lo que todos desearíamos: en España no estamos, ni de lejos, en el umbral de la salida de crisis.

Es necesario insistir en la prevención de que un país puede realmente entrar en suspensión de pagos, y son cada vez más los expertos que temen que el Reino de España, perdidos con toda evidencia los controles del déficit y del gasto público, esté acercándose al temible drama que vivió nada menos que el Reino Unido cuando en el inolvidable “invierno del descontento” de 1976 tuvo que acudir a un enorme crédito del FMI para afrontar la situación. El problema de Rodríguez Zapatero –que es, por razón del cargo que legítimamente ocupa, el problema de todos– consiste en que la economía es una ciencia y no puro voluntarismo o comunicación como la política. La situación es la que es y no cambia por quererlo ni proclamarlo.

La mentira, que es tantas veces una salida o incluso una solución para las encrucijadas políticas, carece de utilidad ante una crisis económica y especialmente ante una crisis de la envergadura de la actual. Para encontrar soluciones es necesario, en primer lugar, reconocer los problemas, asumir la realidad, y esto es lo que, con toda evidencia, no está dispuesto a hacer Rodríguez Zapatero, convencido como está el actual presidente de que las cosas no son como son, sino como las “vende” una buena estrategia de comunicación.

Se extiende el pesimismo por todos los sectores de la vida económica. Por vez primera en muchos años, nuestro sólido, riguroso y serio sistema financiero reconoce problemas de fondo y no oculta el temor de que la actual ausencia de política económica conduzca a su empeoramiento. El empresariado, dejado de la mano del Gobierno o incluso convertido en chivo expiatorio, bastante hace con una numantina lucha por la supervivencia del tejido productivo, en condiciones en algunos aspectos no ya lamentables sino incluso inverosímiles. Y los trabajadores, cautivos de un sindicalismo localista, que se niega a evolucionar y modernizarse, temen por sus puestos de trabajo.

Por cierto que, en esta terrible hora de España, con tantas empresas al borde del cierre, con tantos trabajadores en el paro o en el umbral del paro, con tanta necesidad pues de un gran consenso nacional que concentrase todos los esfuerzos en lo que ahora mismo debe importarnos, que es la crisis económica y la concertación de esfuerzos para superarla, no se entiende muy bien el empecinamiento de algunos por entenebrecer aún más la vida nacional con el planteamiento de temas sociales, sin duda alguna muy respetables, pero que no parece el momento oportuno de arrojar a la ya repleta olla de la crispación nacional.

¿Piensan seriamente los obispos que es el mejor momento para crispar y dividir aún más a la sociedad con temas tan polémicos como el tratamiento legal de la interrupción del embarazo? Naturalmente que se dirá que no es tampoco el mejor momento para que el Gobierno, con frivolidad o inoportunidad impropias, en vez de hacer bien sus deberes de política económica, se dedique a estas cosas y a cambiar el modelo de sociedad, pero cuanta menos leña se eche al fuego de la fractura social más esfuerzos podrán aunarse en el esfuerzo compartido para superar la crisis económica, que es lo que en estos momentos debiera preferentemente importarnos a todos.

Tras los magníficos años que se iniciaron con la Transición, en muy poco tiempo Rodríguez Zapatero ha conseguido lo que parecía superado y que es fracturar de nuevo política y socialmente el país, pero no hay que ayudarle en esa tarea. ¿Podemos volver a pensar en aquello tan bonito que decía el viejo profesor socialista Enrique Tierno Galván de que el objetivo de cualquier buena política, lo mismo de izquierdas que de derechas, consiste en conseguir “vivir juntos, vivir libres y vivir bien”? Es que, además, sólo si somos capaces de volver a vivir juntos estaremos en condiciones de hacer juntos lo que es necesario para superar la crisis económica, esto es, para volver a vivir bien.
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