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El imposible acuerdo social que buscó ZP

El imposible acuerdo social que buscó ZP

viernes 18 de diciembre de 2009, 20:41h
Zapatero quiere que el diálogo social se inicie el próximo enero. Al menos sobre el papel cuenta con el visto bueno de empresarios y sindicatos después de que ambos hayan salvado el obstáculo que impedía el arranque del proceso. El acuerdo sobre la negociación colectiva, falto de concreciones y  sobrado de principios generales, ha sido la excusa para un enfrentamiento que ha durado todo el año.

Pero en el trasfondo de dicho enfrentamiento hay muchas cuitas  pendientes. No sólo entre ambas partes, sino también por las circunstancias que rodean las relaciones de  Díaz Ferrán con el Gobierno, el delicado equilibrio de Toxo con parte de su organización, y la influencia de Méndez sobre Zapatero.
A Cándido Méndez le llaman “el cuarto vicepresidente” porque dicen que tiene mas poder que muchos ministros. En el seno de  UGT creen que el autor de semejante idea “es un loco que desconoce el equilibrio de poderes dentro de familia socialista”. Pero lo cierto es que Méndez pasa de negociaciones porque discute los asuntos de su incumbencia directamente con Moncloa y sus propuestas no solo son escuchadas, sino también, en la mayoría de los casos, atendidas. “Que me expliquen, si no, - manifiesta un alto cargo de CEOE que pide guardar el anonimato-, cómo se gestó el acuerdo sobre el Salario Mínimo Interprofesional”.

Méndez tiene tanta influencia en Moncloa que hay quien dice que el director de la Oficina Económica del Presidente, Javier Vallés, “despacha “con el dirigente sindical el “día a día” de los tres ministerios claves para los agentes sociales, Economía, Trabajo e Industria. Y que es el inspirador de los Informes Económicos Anuales del Presidente.

Dicen, también, que Méndez le ha dictado a Miguel Sebastián la estrategia a seguir en el conflicto de Opel, tanto cuando General Motors iba a ser adquirida por Magna, como ahora que la multinacional ha decidido seguir adelante en solitario. Las frases del Ministro de Industria, “no habrá ayudas públicas si no se encuentra una solución satisfactoria para los trabajadores de Figueruelas”, parece copiada del argumentario de Méndez. Es más. Desde que Zapatero decidiera asumir personalmente, la elaboración de los planes para combatir la crisis, hay quien dice en el sindicato que “se parecen muchos los discursos públicos del líder político y el líder sindical, sobre todo en lo que se refiere a la defensa del estado de bienestar social y a los más desfavorecidos”.
Así pues, parece normal que en UGT estén convencidos de que sus propuestas son las que van a salir adelante. Cuentan con el apoyo gubernamental, sobre todo en los temas a negociar de manera tripartita: Ejecutivo, empresarios y sindicatos.

Y eso es lo que alerta a un Díaz Ferrán al que José María Cuevas, fallecido este año, le dijo que no se fiara de nadie: “el poder de los sindicatos es inmenso”, parece ser que dijo el patrón de patrones a su sucesor.
Al principio, Díaz Ferrán mantuvo una actitud discreta hacia el gobierno socialista. Dicen sus detractores que fue beligerante con Zapatero porque le necesitaba. Sobre todo para que la diplomacia le sacase del lío en que estaban metidos el y su socio, Gonzalo Pascual, a propósito de la privatización de Aerolíneas donde el gobierno argentino se planteó la posibilidad de llevar ante la Justicia a los dueños de Marsans por haber detectado irregularidades en su gestión.

A Díaz Ferrán no le quedó más remedio que llevar a cabo un giro en su estrategia por tres razones: la crisis económica, la oposición interna a su liderazgo, y la inclinación del Gobierno hacia las tesis sindicales.

Díaz Ferrán tuvo que lidiar con una grave crisis en el seno de la CEOE que casi le cuesta el puesto. Un núcleo muy influyente de la Confederación Empresarial cuestionó su liderazgo “por ser demasiado proclive a las tesis del Gobierno”. La lógica se implantaba en una organización que, se quiera o no, ha sido el vivero del Partido Popular en materia económica. A Díaz Ferrán no le quedó mas remedio que dar in giro radical para lograr los apoyos suficientes para ser elegido en una asamblea de la CEOE en la que, al final, apenas tuvo oposición. Gracias a ese triunfo, casi unánime, el nuevo dirigente patronal, ya refrendado por las bases, se permitió el lujo de mandar a su casa al hombre de la CEOE que mejor conoce a los sindicatos, Juan Jiménez Aguilar. Debido a su dilatada experiencia, el ex secretario general manejaba los “tempos” y las circunstancias de las relaciones con UGT y CCOO mejor que nadie. Y al ser apartado de la dirección, pasó lo que pasó. Díaz Ferrán no sabe manejar la situación y ello le ha llevado al enfrentamiento. Primero, exigiendo la rebaja de las cotizaciones sociales en cinco puntos, algo que se antoja imposible dadas las circunstancias porque pondría en peligro el equilibrio financiero de la Seguridad Social, y perdiendo, con ello la oportunidad de negociar una reducción mucho inferior, de un punto se llegó a decir, pero reducción al fin y al cabo.

Ahora, Díaz Ferrán ya sabe cual es el equilibrio de fuerzas. Sabe que está en minoría. Dejará para otro momento la eterna reivindicación empresarial de abaratamiento del despido para lograr una reforma laboral al menos lo suficientemente presentable para sus afiliados. Algo que puede lograr dada la predisposición de todos, políticos y sindicalistas, en un momento en el que se pretende iniciar el cambio de modelo productivo.

Un cambio del que no se fía, para nada, el nuevo dirigente de Comisiones Obreras. Tras derrotar a José María Fidalgo en el Congreso Confederal, Ignacio Fernández Toxo parece más proclive que su antecesor al enfrentamiento cuando sea necesario. En Comisiones dicen que echaron a Fidalgo “por ser demasiado pactista”. Y hay algunos sectores, como los críticos que tienen notable influencia todavía, y los restos de los que fueron los partidarios de Rodolfo Benito, a los que no les gusta el discurso de Toxo, contrario a movilizar a los trabajadores “salvo una flagrante agresión”. Agresión que los sectores mas radicales del sindicalismo, creen que se producirá cuando se entre a hablar de las materias mas controvertidas del diálogo social.

Así las cosas, sólo el entusiasmo de Méndez parece asegurar a Zapatero resultados positivos de un diálogo social que nunca, en la España contemporánea, dio sus frutos en épocas de crisis.
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