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El mensaje encadenado

lunes 21 de diciembre de 2009, 11:54h

Cada Nochebuena en mi casa, solo ese día me tienen por un bicho raro. Desde siempre escucho los mensajes de Navidad del rey Juan Carlos. Lo hacía hace años por obligación, ya que incluso antes de difundirse el mensaje los medios nos enviaban lo más sustancial con objeto de opinar sobre él y que las valoraciones se publicaran al día siguiente, jornada sin prensa escrita, y,  también por devoción, ya que me suele gustar comparar lo que dice con las enfervorizadas valoraciones que siempre, sin fisura alguna, comentan los portavoces del partido Socialista y del Partido Popular, sin contar las rendidas loas de las docenas de meritorios que pululan por la Villa y la densa Corte.

No sé si éste año lo veré en ETB si nuestro Ente Público decide transmitirlo, decisión que según me dicen, no está tomada. Un rasgo de buena independencia sería no trasmitirlo y dejar que la sociedad elija si ver ETB o escuchar al monarca ya que en todos los canales, remedando el programa ¡Aló Presidente! de Hugo Chávez en Venezuela, estará el jefe del estado español haciendo balance del año transcurrido. Sugiero por tanto que si lo encadenan le llamen al espacio "Aló Majestad!".

Acaba de inaugurar, como cada año, la Reina de Inglaterra, Escocia y Gales, las sesiones del parlamento de Westminster. La reina llega en carroza, vestida con capa de armiño, cetro en la mano y corona en la cabeza y lee el discurso de la Corona que todos saben que es el discurso del gobierno. La reina solo lee, pero todos bajan la testuz reverentemente. Si la semana pasada el discurso fue el de Gordon Brown, cuando murió su padre el rey Jorge VI, en 1953, el discurso que leyó fue el del primer ministro que a la sazón era, nada menos, que Sir Winston Churchill.

Pero todo el mundo lo sabe. Lo que nadie conoce aquí es si el discurso que lee en el telepronter el rey Juan Carlos es el de él, el del gobierno, el del jefe de la Casa Real Alberto Aza, el de una comisión, o  el del que hace los guiones de un programa de jeroglíficos. Constato pues el primer dato.

En segundo lugar he de decir que siempre he criticado éstos mensajes porque son propios de un rey castellano de 1975 absolutamente insensible a la realidad de una Constitución que dice defender. Su madrileñismo y su incapacidad tan siquiera para decir “Zorionak", “Bon Nadal" o ''Boas Festas”, me parece intolerable. Demuestra tan solo con éste gesto que sigue sin asumir que preside un estado plural y plurinacional con lenguas cooficiales consagradas en ese texto constitucional del que es incapaz de seguir su mandato.

En tercer lugar, salvo en aquella oportunidad que atacó la impunidad de ciertos casos de corrupción, todo es tan "políticamente correcto", tan evidente, tan banal, tan trillado, tan de lugares comunes que encontrar un titular es digno de un premio Pulitzer. Condenar a ETA, no es noticia, aunque sea una obligación, pero sí lo hubiera sido en su día haber condenado al Gal o a las acciones de la extrema derecha, cosa que jamás ha hecho. Ni lo hará. Le falta pues un cierto equilibrio.

Tampoco ha hablado, ni lo hará, de la ley de la Memoria Histórica, recientemente aprobada aunque  el cardenal Tarancón le dijera en la misa de los Jerónimos de 1975, hasta en cinco ocasiones que fuera "el rey de todos los españoles". Aquel experimentado Cardenal sabía lo que le estaba diciendo. Sin embargo en todos sus mensajes de Navidad, jamás, y repito, jamás, éste rey ha tenido nunca la menor mención y aproximación hacia los perdedores de una guerra que nació como una sublevación militar contra un gobierno legítimamente elegido. Y repito lo de jamás, porque llevo años escuchando estos mensajes. Y la ley de la Memoria Histórica es eso, una ley, de obligado cumplimiento, hasta para él. Pues no. Ni la menor mención. El franquismo digan lo que digan, sigue pesando mucho. Y más en él, designado en 1969 "sucesor a título de rey", por encima de su padre. La monarquía del Movimiento, transformada en Monarquía Parlamentaria sin un referéndum específico para este caso, como lo hubo en Italia tras la segunda guerra mundial.

En su último mensaje de Navidad, el rey Alberto II de Bélgica hizo algo impensable aquí. Empezó su breve disertación con estos dos puntos:

“1.- Para comenzar, hay que decir que es indispensable desarrollar y reforzar los contactos y los intercambios entre responsables en todas las áreas de las Comunidades y Regiones diferentes. Tenemos la impresión que nuestras relaciones están mejor organizadas y mas estructuradas con los países extranjeros y que no lo son tanto en el interior de nuestro propio país.

Con un indispensable espíritu de apertura, de respeto mutuo y de tolerancia no nos olvidemos de nuestros vecinos inmediatos, ciudadanos del mismo país. Resaltemos y favorezcamos el diálogo constructivo. Ello ayudará a cada uno a escuchar y a comprender las sensibilidades de unos y otros y a progresar conjuntamente.

2.- Yo lo he dicho a menudo pero quisiera nuevamente insistir en ello con fuerza: es necesario, sobre todo para nuestros jóvenes, el conocer la lengua de las otras comunidades. Es una forma de civismo que hemos descuidado durante años. Y es por lo que ésta evidencia es la primera condición para que nos comprendamos y nos apreciemos entre ciudadanos de comunidades diferentes. Los modos de aprendizaje de las lenguas se han modernizado de tal manera que no existe excusa alguna para no emprender el hacer este esfuerzo lo más pronto posible. Por otra parte, la experiencia nos señala que es una ventaja en la búsqueda de un empleo”.

¿Qué les parece?

Con estos antecedentes, un gestito no vendría nada mal. Pues ni eso. ¿O quizás éste año lo haga?. En Ajuria Enea está uno de los suyos. Lo confirmó en este periódico Tonia Etxarri en una crónica nunca desmentida. Fue el 2 de febrero de este año. El rey inauguraba la biblioteca de Deusto. En el acto estaban además el Lehendakari Ibarretxe y personas representativas del ámbito institucional. También líderes de partidos políticos. Y decía Tonia Etxarri en su escrito: "A López, hoy por hoy no lo contradice nadie. Hasta el mismo rey no oculta su entusiasmo. En su reciente visita al País Vasco cuentan que don Juan Carlos, en un acto público, le espetó al candidato socialista, señalando al Lehendakari Ibarretxe: "Patxi, a ver cuando ganas a éstos, ¡que llevan casi treinta años en el gobierno!". Y, en otra conversación con el candidato del PP, Basagoiti, no pudo ser más explícito: "Vosotros lo que tenéis que hacer es apoyar a Patxi”. Y se quedó tan ancho con la gracieta. No sé como una persona nunca elegida por nadie en votación democrática, se atrevió a hacer semejante comentario de alguien que sí había sido elegido, rompiendo, una vez más, su papel constitucional de arbitrar y moderar. Pero lo hizo. Entiéndase por tanto nuestra reserva hacia un mensaje vacío con esto como única novedad, habida cuenta que logró su propósito. Puede por tanto estar este año pensando en hacer el exceso de decirnos ¡Zorionak! aunque en 34 años no lo haya hecho.

De ahí nuestra opinión de que, ni informativamente, ni institucionalmente, el mensaje del rey aporta absolutamente nada a la sociedad vasca. Absolutamente nada. Por eso la gente normal en Euzkadi que está menos enviciada por la cosa pública, que la llamada clase política, se le debe dejar en ese tramo del “prime time” ver  televisión más que escuchar las banalidades de un jefe de estado quien desde Madrid nos desea una retórica feliz navidad y los vascos tengamos la obligación de escuchárselo, en lugar de tener la opción de ver un buen programa en ETB. Con semejantes contenidos que, al día siguiente, serán glorificados como el no va más de la prudencia y la claridad política, mejor cambiar de canal. No me gusta el “Aló, Majestad”.
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