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Canarias, encrucijada histórica

Canarias, encrucijada histórica

sábado 26 de diciembre de 2009, 20:35h

Se ha dicho siempre que, en política y desde luego aún más en política económica, lo importante no es sólo llegar, sino llegar a tiempo. La frontera del año que se inicia es ocasión sin duda alguna oportuna para replantear la cuestión histórica de nuestro Archipiélago atlántico, y hacerlo en el terreno que más importa, que es naturalmente el económico, porque al fin y al cabo de lo político, aún siendo necesario, se vive poco y es normal que sea más fuente de divisiones y confrontaciones que de convergencias. Ahí abajo, a más de mil quinientos kilómetros de distancia, tan lejos en el espacio y tan cerca en el corazón, frente y muy cerca de la costa africana, aún seguros y bien protegidos por la fuerza aérea estratégica integrada en el mando atlántico, los ciudadanos canarios, de origen y de adopción, viven al mismo tiempo una inquietud histórica y una oportunidad histórica, agudizadas ambas por la intensidad de la crisis global que a todas parte llega y naturalmente también a Canarias.

Minimizar la primera, la inquietud, y lograr un gran acuerdo transversal, político y empresarial, para optimizar la segunda, la oportunidad,  debiera ser el gran objetivo de todos los canarios en este umbral de 2010, el año en el que probablemente aún no llegará a la economía española la soñada recuperación, pero durante el que será preciso hacer todo lo necesario para, cuando finalmente nos llegue, abreviar todo lo posible el proceso y orientar debidamente sus parámetros. Si un día, hace ya varias décadas, el político tinerfeño Manuel Hermoso, creador y líder del centroderecha canario, lanzó, con resultados positivos innegables, lo que entonces se dio en llamar “el grito silencioso” de Canarias, se acerca el momento en el que dos políticos que, desde diferentes adscripciones, menos ideológicas que estratégicas, se han visto obligados a hacer, de la necesidad, virtud y entenderse, el tinerfeño nacionalista Paulino Rivero y el grancanario liberal José Manuel Soria, tomen conjuntamente la iniciativa de abrir el debate y estudio de ese necesario esfuerzo compartido.

No se trata, no debiera tratarse, de esperar a ver lo que sucede, y mucho menos de esperar a que lleguen a Canarias, cuando sea y como sea, los ecos e influencias de una recuperación que en todo caso y en todas partes va a ser compleja y muy necesitada de estrategias claras, entre ellas, de manera muy preferente y urgente, la definición y diseño del modelo de crecimiento económico y social con el que Canarias afrontará los años, nada fáciles, de la salida de la crisis y la recuperación, y que para obtener la máxima eficacia debe ser consensuada por todas las fuerzas políticas y sociales del Archipiélago, sin perder claro está de vista que una cosa es la participación y otra la dirección, que por naturaleza democrática corresponde a quienes han recibido, en este tiempo, el mandato democrático para gobernar.

Creo sinceramente que, en esta cercana frontera del inicio de la salida de la crisis, Canarias –que tiene un empresariado muy vivo y con grandes cualidades potenciales y que cuenta con un importante abanico de excelentes economistas propios– se acerca, si los políticos hacen el esfuerzo de entenderse con esos empresarios y economistas y trabajar conjuntamente con ellos y con todas las fuerzas sociales del Archipiélago, a la oportunidad histórica de diseñar y construir, por fin, un modelo propio de crecimiento y desarrollo económicos para las próximas décadas, con todo lo que ello puede significar no sólo de prosperidad, sino también de cohesión social, armonía política y horizonte abierto de oportunidades para muchas generaciones.

Hay algunas oportunidades que son casi obvias, y a las que ya me he referido en semanas recientes. La más paradigmática consiste en aprovechar algo muy caro de construir y que ya hay en Canarias, que son las excelentes instalaciones aeroportuarias y portuarias –entre las que muy pronto se contará, en cuanto terminen las obras de ampliación ya iniciadas, el aeropuerto con mayor capacidad operativa de este lado del Atlántico, que será el de Las Palmas–, para ofrecer, al transporte de pasajeros y mercancías entre Europa, África y América, el gran “HUB tricontinental” del Atlántico, con miles y miles de puestos de trabajo, millones de operaciones e innumerables oportunidades para empresas comerciales, de servicios y de infraestructuras. Pero con todo y ser importantísima, ésta es sólo, aunque sea la principal, una de las oportunidades que se abren al futuro económico de Canarias.

Lo que está claro es que Canarias necesita que el Gobierno de la Comunidad tome la iniciativa para poner a todos, políticos, economistas, empresarios, fuerzas sociales, manos a la obra de diseñar un ambicioso plan económico, primero, para acelerar todo lo posible el proceso de salida de la crisis y de inicio de la recuperación, y aún más importante, para que la sociedad canaria tome los mandos de esa recuperación y la conduzca, de una vez por todas, a donde debe ir, esto es, con un modelo de crecimiento preciso y consensuado. Se trata, nada más y nada menos, que, si los nacionalistas catalanes me permiten esta apropiación indebida de un gran concepto, de “hacer país” y construir Canarias. En el marco, naturalmente, de la lealtad institucional al Estado, pero también con la lealtad debida al pueblo canario, a su nivel de vida, a su seguridad, a las opciones de futuro de todos y cada uno de sus ciudadanos. Lo escribiré sin rodeos: sólo una economía fuerte y sólida garantiza los derechos de todos, la educación y la calidad de vida. Se trata de repartir riqueza y oportunidades, no miseria ni dificultades.

Así que me permitiré la impertinencia de escribir que, si el Gobierno de Canarias no toma la iniciativa, debieran ser las propias fuerzas empresariales, sociales y académicas del Archipiélago las que promovieran una conferencia de esa naturaleza, con expertos propios y con otros traídos de los principales centros de reflexión económica del planeta, orientada a diseñar, en las grandes líneas, y también en los detalles, el modelo económico y de crecimiento económico de Canarias para las próximas décadas, que pueden ser y por tanto deben ser tiempos de oportunidad y fortuna para los habitantes de esas Islas, privilegiadas sin duda por la naturaleza, la geografía y el clima, pero históricamente abandonadas en la atención a sus grandes oportunidades de crecimiento y desarrollo económicos.

Y por lo demás, parece superfluo o aburrido insistir en ello, pero, por las complejas características de España y de nuestra difícil trayectoria histórica, el consenso político transversal es la mejor palanca de que disponemos. Esto es así a nivel del Estado y a nivel de las Comunidades Autónomas, por tanto, también en Canarias. Cuando está en juego la economía de la casa de todos, esto es, la riqueza, la actividad y el empleo, hay que ser capaces de armonizar todo el legítimo y positivo pluralismo político en el interés general. Esto lo supo hacer Adolfo Suárez y por eso nos salió tan bien la transición. Lo supieron hacer igualmente, a sus personales modelos y formas, el centrista Leopoldo Calvo-Sotelo y el socialista Felipe González. Lo supo hacer en 1996 el liberal José María Aznar y únicamente parece estanco a ello, con sorprendente sectarismo, el actual presidente Rodríguez Zapatero, con evidentes y graves consecuencias sobre nuestra economía, convertida ya España en “el enfermo de Europa”, el país desarrollado que se coloca en el último puesto, en la cola de la recuperación.

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