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¡Lloremos por nosotros, pobres españolitos!

¡Lloremos por nosotros, pobres españolitos!

sábado 16 de enero de 2010, 19:17h
El obispo José Ignacio Munilla es un santo. No hay más que buscar el dial de Radio María o leer el Abc para comprobarlo. Sus respuestas a los oyentes sobre Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, el pecado original, Adán y Eva, la serpiente tentadora, la mujer, los homosexuales, las lesbianas, las abortistas, Zapatero, Bono, y la madre que parió a todos los miembros del Partido Socialista Obrero Español, son la hostia pura, hostia santa y hostia inmaculada. Venid y vamos todos con flores a Maria y a Munilla. El obispo donostiarra, que habla también en euskera, se sabe el Catecismo Católico mejor que Enrique Miret Magdalena, que en gloria esté, al que quien suscribe tuvo la deferencia de remitir hace muchos años un centenar de catecismos de la época “gloriosa” del nacionalcatolicismo (Astete, Ripalda, Villoslada y otros) y escribió un fascinante libro sobre todos ellos.
 
Según se publicaba recientemente, cuando Munilla fue nombrado obispo de Palencia se dejó olvidada una carpeta en el ordenador parroquial de Zumárraga. Días más tarde quiso hacer una copia de esa carpeta y borrarla. La había llamado “Mafia". Esta denuncia la ha hecho pública el teólogo vasco Joxé Arregui, uno de los firmantes del comunicado de los curas vascos en contra del nuevo prelado guipuzcoano.  En opinión del franciscano, la designación para suceder a Uriarte "se sitúa dentro de la política vaticana de restauración de la Iglesia preconciliar". "Su candidatura ha sido impuesta sobre otras por las poderosas influencias de monseñor Rouco Varela", añadía Arregui, quien veía en todo el proceso "la culminación del expreso propósito de someter a las diócesis vascas al proyecto teológico, eclesial y político dominante del episcopado español".
 
Los curas vascos que se han rebelado contra el nuevo y flamante obispo de San Sebastián (el 77% de los curas guipuzcoanos) son unos “trabucaires”. El clero vasco está “enfermo”. Son “nacionalistas”. No obedecen al Papa, ni a Rouco, ni a Munilla, ni a Dios bendito. Sólo saben hablar del Concilio Vaticano II, de la comunidad cristiana de bienes, del obispo como “primus inter pares” y de esa cosa rara que es la comunión de los santos y, cómo no, de la tradición de los cristianos de Euskadi. De modo que estos curas están condenados al fuego eterno, envueltos en una ikurriña llena de sangre, según algunos su “evangelio”, porque “nunca se han enfrentado a Eta” y se llevaron bien con obispos tan “locos” como Setién, Añoveros y Uriarte y curas tan terroristas como Pagola. (Todo esto se ha dicho estos días de “los curas vascos”).
    
De modo que la enfermedad crónica de estos curas les va a llevar de patitas al Infierno. Los curas y obispos vascos últimamente citados, “nunca” condenaron en sus Cartas Pastorales el terrorismo, según la mayor parte de los ilustres analistas que han seguido estos la peripecia de este peculiar obispo. ¡Esto se llama estar documentados! Para estos analistas, el obispo “fetén” de estos curas era Setién (¡vade retro, Satanás¡), pero no el ex párroco de Zumárraga, español donde los haya. España una, España católica (palabra que ya no se puede traducir hoy por “universal”), España apostólica, España romana.
  
Munilla ha dicho hace dos días que “existen mayores males que el que está sufriendo el pueblo de Haití“. Que “nuestra pobreza espiritual es un mal mayor que la tragedia de ese pueblo”, de “esos pobrecitos”. Mucho peor que las muertes de los haitianos (¿50.000?, ¿100.000?) es “nuestra pobre situación espiritual y nuestra concepción materialista de la vida”. "Quizá es un mal más grande el que nosotros estamos padeciendo que el que esos inocentes están sufriendo", ha sentenciado. Nuestra pobreza espiritual (la de los españoles, claro) está tocando fondo: un alto porcentaje de españoles no va a misa, un porcentaje mucho más alto critica a la Iglesia oficial, y lo que ya raya en lo terrorífico, España está dejando de ser católica, algo que parece estar preocupando muchísimo a los obispos, ignorantes de los cambios del mundo.

La opinión pública española, casi sin excepción (siempre hay excepciones) ha acogido con tremendo asombro las palabras de monseñor Munilla, que aprovechando que el Pisuerga pasaba por Valladolid (que el terremoto pasaba por  el país más pobre y oprimido de la tierra) ha tenido el buen gusto de añadir que “Zapatero y los miembros de su Gobierno no deberían ir a comulgar”, porque eso sería “incompatible con desproteger la vida de los inocentes”, que por lo visto es la de los abortos que se puedan producir…pero no la de los niños haitianos. Esto último es “peccata minuta”. Donde esté un aborto que se quite un terremoto que se lleva por delante a 50.000 inocentes… sobre todo si son ciudadanos del pueblo más hambriento del planeta y están un poco lejos.

La pobreza espiritual es lo que importa, no la pobreza real, palpable, sea del color que sea. “Por quienes debemos llorar” es por los abortos y por nuestra pobreza espiritual, no por los haitianos y su pobreza letal. Debemos llorar por nuestro anticlericalismo, no por las vidas que se lleva un terremoto de 7,3 en la escala de Richter. Por este porco gobierno. Por los medios de comunicación que “ han interpretado mal” a Munilla, no por unas palabras que este Licenciado en Teología pronunció bien claritas en una entrevista hace dos días en la cadena SER. Se han sacado sus palabras de contexto, dijo ayer en un comunicado telefónico, echando –siempre sucede lo mismo- la culpa a los medios de comunicación. De modo que lloremos por nosotros, españoles, y no por las decenas de miles de pobres de la tierra que siguen bajo los escombros de Puerto Príncipe. “¡Alabado sea Dios, yo os bendigo en su nombre!” Así suele despedirse Munilla de sus oyentes en Radio María.
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